Si se vota por el candidato de derecha, se está eligiendo a un nuevo dictador, y si se vota por el candidato de izquierda, entonces el país sucumbirá ante el comunismo. Este es el reduccionismo al que a menudo se enfrentan los ciudadanos latinoamericanos ante elecciones como las que enfrentará Chile el próximo 19 de diciembre. Como Keiko Fujimori y Pedro Castillo en Perú, próximamente Jair Bolsonaro y Lula Da Silva en Brasil, ahora los chilenos deben elegir entre José Antonio Kast y Gabriel Boric.

Las elecciones del pasado 21 de noviembre cerraron con Kast encabezando los comicios con el 27.91% de los votos y Boric le siguió con el 25.83%, siendo estos dos candidatos los que procederán a disputarse la presidencia del país en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Estas elecciones estuvieron marcadas por el estallido social del 2019, en el que miles de ciudadanos protestaron en contra de las políticas sociales implementadas por el Estado, resaltando el sistema de pensiones, los altos costos de salud, educación y transporte, y la necesidad de replantear la Constitución del país.

El primer resultado de estas manifestaciones fue el plebiscito constitucional del 2020, en el que 78.8% votó por una reforma de la Carta Magna, la cual se había mantenido desde el régimen militar de Augusto Pinochet. El segundo resultado fue el gran apoyo que recibieron los partidos de izquierda para la elección de los constituyentistas, lo cual parecía reflejar la necesidad de un país más “justo y enfocado en las ayudas sociales”. No obstante, el lugar de Kast en la primera vuelta de las presidenciales demostró que la voluntad de los chilenos no expresa necesariamente que deseen que la izquierda guíe al país en esta nueva etapa de transformación.

Por su parte, Kast es un ex-diputado y candidato del Frente Social Cristiano, siendo etiquetado como la opción ultraconservadora y de ultraderecha de las elecciones, puesto que, ha simpatizado públicamente con la figura del antiguo dictador Augusto Pinochet, sin embargo, el candidato aseguró que no se identificaba con ningún extremo y que no aprobaría ningún tipo de régimen dictatorial. Diametralmente opuesto, Boric es un ex-dirigente estudiantil que representa a la coalición Apruebo Dignidad del Frente Amplio y al Partido Comunista, y que se ha comprometido con acabar con el neoliberalismo en Chile.

En lo social ambos candidatos se distancian, pero en lo económico lo hacen aún más. Mientras que Boric promete que aumentará la pensión mínima de los chilenos, como también incrementar la cotización mensual del salario de 10% a 18%, dirigiendo la carga al empleador, Kast plantea mantener el sistema de pensiones tal y como existe actualmente, disminuir la participación del Estado en el mercado chileno y reducir los impuestos para incentivar y facilitar los negocios en el país.

De esta forma los chilenos se encuentran ante dos opciones que parecieran no tener punto de encuentro, pues, mientras Kast prioriza estabilizar el país e impulsar su economía, Boric se enfoca en hacer frente a las desigualdades que manifestaron los ciudadanos en las protestas del 2019. Ahora bien, si Boric plantea dar respuesta a las necesidades que se expresaron en el estallido social, y además representa a los partidos que tuvieron los comicios a su favor en las elecciones constituyentistas ¿Por qué Kast fue el más votado? Porque si bien los chilenos anhelan un cambio para su país, no quieren obtenerlo sacrificando la seguridad que han disfrutado en las últimas décadas.

Los ejemplos de la región como Argentina, Bolivia, Perú y Venezuela, en los que los candidatos de izquierda han ganado no inspiran confianza ni mucho menos esperanza para los latinoamericanos. Esto sumado a la inestabilidad política que ha sufrido Chile en los últimos años a partir del estallido social genera rechazo por una gran parte de la población que teme por el declive del país. Esta puede ser una razón por la cual Kast tomó la delantera en esta primera contienda electoral. No obstante, otras dos causas pueden ser que Kast recibió el respaldo de las personas que votaron por rechazar la reforma constitucional, y que un grupo importante de los manifestantes que protestaron años atrás no votaron a pesar de que Boric planteaba responder a sus demandas, pues, desde una postura anarquista no participan en las instituciones respaldadas por el Estado.

Lo cierto es que la democracia chilena se enfrenta ahora al reto de la polarización, en el que un candidato es negro y otro es blanco, y no parecen admitirse grises de por medio. Este es un reto que si bien enfrentó Estados Unidos hace un año, se encuentra mucho más presente en el contexto latinoamericano, pues la desigualdades inspiran a que candidatos de izquierda se posicionen entre los más populares, pero a su vez el fracaso de los modelos socialistas juegan a favor de las candidaturas de derecha. El caso chileno no es una excepción. Esta ambivalencia se puede observar en la simple figura de Pinochet, en donde una cantidad considerable de chilenos reconoce un caso de éxito económico y de desarrollo sustentado por políticas liberales, mientras que otra cantidad proporcional de chilenos resalta las violaciones de derechos humanos y la supresión de libertad.

En función del fortalecimiento de la democracia chilena no se puede permitir la reducción de las libertades de los ciudadanos ni muchos menos comportamientos intolerantes, pero tampoco se puede destruir la economía del país en búsqueda de una mayor igualdad empobreciendo a toda la sociedad. Tanto Kast como Boric tienen la tarea de buscar esos grises en los que se encuentra el otro 46.26% de los ciudadanos que no votaron por ellos, y también el 52.66% que decidió abstenerse de votar en la primera vuelta presidencial. La democracia se nutre del consenso y de los acuerdos, y si hay algo que ha quedado como lección de las elecciones presidenciales en Perú, es que lejos de acentuar la polarización, cada candidato debe reconocer las demandas que no están escuchando. Más allá de ser una simple observación política, esto será lo que defina la segunda vuelta de los comicios, pues quien logre convencer a los que no lograron capturar con la primera contienda y logre atender a los que aún no se sienten representados por ellos, será quien gane la presidencia de Chile y trace su camino en esta etapa de profundos cambios.

Lee más al respecto en:

Estallidos Sociales en América Latina Vol 1: Bolivia, Chile & Ecuador

La transición chilena: De la dictadura a la democracia

Become a Patron!