Cuando el doctor Manuel García Pelayo llegó a Caracas en 1958, sumaba 49 años y su formación esencial completa, además de haber tenido la experiencia del frente de batalla en la Guerra Civil española, donde llegó a ser capitán de Estado Mayor, en el ejército republicano, mientras su padre y su hermano estaban en el ejército contrario. Se graduó en Derecho en la Universidad Central (Madrid), donde también se doctoró en 1934. Antes de llegar a Caracas estuvo trabajando en Buenos Aires y Puerto Rico, aventado por los rigores del franquismo y buscando otros horizontes.

Es mucho los que los venezolanos le agradecemos a García Pelayo. No sólo fundó y dirigió el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Central de Venezuela sino que participa directamente en la creación de la Escuela de Estudios Políticos de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, además de darle vida a las revistas Documentos y Politeia, y escribir y publicar en Venezuela buena parte de su obra. Sentía mucho afecto por nuestro país. Así lo asomó en entrevista sostenida con Pilar González Gómez en 1989: “Tan adaptado he estado en Venezuela, que me he casado con una venezolana…Cuando uno está algún tiempo en un país, ese país forma parte del propio ser, ya está metido en la sangre.” (González Gómez, 1989: 456). Murió en Caracas, en 1991, a los 82 años, con la tarea cumplida.

La primera generación de investigadores que acompañaron a García-Pelayo en el Instituto de Estudios Políticos incluyó a dos españoles: Pedro Bravo y Francisco Rubio Llorente. La primera generación de venezolanos formados con él la integraron Juan Carlos Rey, José Brito González y José Luis Alvarenga; la segunda la formaron María de los Ángeles Delfino, Haydeé Farías, Hans Leu, Humberto N’Jaim, Graciela Soriano, Juan José Rachadell y José Elías Rivera Oviedo. La tercera estuvo integrada por Ricardo Combellas, María Elena Araujo de Planchart, Andrés Stambouli, Diego Bautista Urbaneja, Eva Josko de Guerón, Freddy Vivas, Hernán La Riva, Pedro Martínez y Alphonse Dietmann, según nos informa Juan Carlos Rey en su ensayo “Recuerdos sobre la creación y los primeros años del Instituto de Estudios Políticos de Caracas”, un formidable texto para los interesados en la génesis y el desarrollo de este instituto de la Universidad Central de Venezuela. Como se desprende de la lista de los investigadores, es evidente que García-Pelayo no perdió el tiempo en su labor de maestro de las promociones que le sucedieron.

“El resentimiento es un fenómeno psicológico… y adquiere significación política en cuanto es capaz de canalizarse por las vías del antagonismo político, e incluso de contribuir a generar y a mantener ese antagonismo.”

El ensayo que nos ocupa, “Notas sobre el resentimiento como actitud psico-política”, fue recogido en un cuaderno en el 2004, cuando la Fundación Manuel García-Pelayo lo publicó, en Caracas. En su primer párrafo puede leerse: “El resentimiento es un fenómeno psicológico, cuya importancia para el desarrollo de las ideas morales ha sido altamente destacado por Nietzsche y por Max Scheller, y adquiere significación política en cuanto es capaz de canalizarse por las vías del antagonismo político, e incluso –como tendremos ocasión de ver más adelante- de contribuir a generar y a mantener ese antagonismo.” (García Pelayo, 2009: 3399).

Recordemos que Don Manuel no era un politólogo tomado por la fiebre de la especialización y, por ello, se interesaba por muchas áreas de la cultura y sus conocimientos eran vastos y variados; de allí que el tema de la psicología no le era ajeno y podía trabajarlo con pertinencia. Por supuesto, era un gran especialista, pero no se dejaba encerrar entre las paredes de su ciencia, y no pocas veces advertiremos en su obra tejidos multidisciplinarios, relaciones imprevistas, hallazgos luminosos. Este es uno: el resentimiento como fenómeno psicológico con profundas y graves repercusiones sociales y políticas.

«Es imposible descartar a la envidia y el resentimiento como variables de explotación estratégica en la actividad política, particularmente en la democracia, donde las emociones forman parte esencial del camino hacia el poder.»

Unas líneas después, da otra vuelta de tuerca y explica: “El resentimiento social deriva de la pertenencia a un estrato en situación de inferioridad dentro de la jerarquía social, o de una falta de adecuación entre la estimación ideal de un determinado estamento y su situación real; en última instancia, de la carencia de las cosas que desde un estrato dado, se crea con derecho a tener.” (García Pelayo, 2009: 3400). De este tema los españoles suelen conocer de manera natural; él mismo lo confirma en una entrevista que sostuvo en 1984 con el Premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela, cuando ante la pregunta de Cela: “¿Cuáles crees que son los tres males españoles?”. De primero, apuntó: “Nuestro primer mal nacional es la inconstancia, la renuncia al pasado, a todo el pasado, el afán por empezar siempre de cero.” Y Cela lo apuró: “¿Y el segundo?” Dijo: “La envidia, es de cajón.” Pues sí, la legendaria y terrible “Envidia Hispánica”, tan famosa como perniciosa. ¿Guarda relación con el resentimiento? Pues sí, inevitablemente. Pareciera ser algo que en la cultura hispánica se tramita traumáticamente. De allí que es imposible descartar a la envidia y el resentimiento como variables de explotación estratégica en la actividad política, particularmente en la democracia, donde las emociones forman parte esencial del camino hacia el poder. Los venezolanos en este tema somos magister dixit, siempre que le pongamos atención al asunto y no lo simplifiquemos. Sobre la envidia, Don Manuel apunta también: “Lo propio sucede con la envidia, cuando se fracasa y se siente que se está llamado necesariamente a fracasar en la adquisición del bien ajeno o de otro análogo, pues entonces la envidia hacia el objeto se transforma en envidia hacia el ser y existir de la persona, grupo o clase que tiene el objeto; en envidia existencial que ataca a la persona o grupo extraño en su pura existencia, pues ella por su sola presencia es sentida como una opresión, como un insulto intolerable.” (García Pelayo, 2009: 3402).

Sigue en su criba García-Pelayo y ahora es todavía más específico: “Desde el punto de vista estrictamente psicológico, el resentimiento es la constante vivencia de una humillación que no sólo no se ha olvidado intelectualmente, sino que es constantemente revivida, vuelta permanentemente a vivir, re-sentida… De un modo más general y sin necesidad de un acto ofensivo concreto, el resentimiento consiste en un odio impotente hacia aquello que se admira o se estima, pero que no se puede ser o no se puede poseer.” (García Pelayo, 2009: 3400). Por su parte, Nietszche lo expresa con su habitual crudeza, y prefigura ese mundo maniqueísta del que se nutre, crea y alimenta el totalitarismo, bien sea el fascista o el socialista. Afirma: “Los miserables son únicamente los buenos; los que sufren, los necesitados, los enfermos, los deformes, son también los únicos piadosos, los únicos benditos de Dios; a ellos solos corresponde la beatitud; por el contrario, vosotros los nobles y poderosos, seréis perpetuamente malos, crueles, avariciosos, insaciables, impíos, y eternamente seréis los réprobos, los malditos, los condenados.” (Nietszche, 1965: 14).

«No se trata de negar el sentimiento de envidia que se robustece hacia el resentimiento en su paso siguiente, sino atajar la pulsión en el momento y trocarlo en beneficio»

Toda simplificación puede llegar a ser terrible, pero cuando está en juego el juicio sobre los otros, todavía peor. También podría añadirse que el quid no es el resentimiento como tal sino la manera de procesarlo. En otras palabras, cómo transformo una emoción negativa en otra positiva y me afilio a una energía creadora (erótica) y no negadora (tanática). No se trata de negar el sentimiento de envidia que se robustece hacia el resentimiento en su paso siguiente, sino atajar la pulsión en el momento y trocarlo en beneficio. Por supuesto, es una tarea tan difícil como extraños son quienes la logran.

Cuando el maestro García Pelayo trabaja las etapas del resentimiento nos regala observaciones de gran lucidez, dice: “La actitud de la personalidad resentida, es siempre negativa para todo lo que no sea como ella misma, o forme parte de ella misma.” (García Pelayo, 2009: 3401). Y aquí la simbiosis entre el egocentrismo y el resentimiento es clara, y lo es en la medida en que el resentido con poder, al actuar en la esfera política, va imantando el ambiente con sus propios prejuicios, y va estableciendo un mundo de parcelas, de incluidos y excluidos, de acuerdo con la afiliación a su visión de los hechos. En este sentido, el resentido es infantil: no ha superado una emoción primaria, no ha trabajado su psique adultamente, y reacciona de manera elemental. Esto, puede decirse, es muy común, y en la sociedad se convive con muchas almas así, pero recordemos que nos interesa particularmente el resentido que detenta el poder, cualquiera que sea, no un resentido que se cuece en la esfera doméstica, donde sólo se le causa daños a su entorno inmediato.

Luego, el politólogo se adentra en un bosque complejo y fascinante, fijar las etapas del resentimiento y sus consecuentes emociones. Afirma: “Otro grado, más adelantado en el proceso del resentimiento, es la perfidia, en la que el impulso hostil y negativo se ha hecho más hondo y está dispuesto a saltar en gesto incontrolado. Sigue, en fin, la maldad que trata de provocar nuevas ocasiones para alegrarse del perjuicio ajeno.” (García Pelayo, 2009: 3401). Y es cierto, la perfidia se cuece en el horno de la traición y la deslealtad, que son daños graves, pero menores en comparación con la maldad, ya que al proferirla se busca perjudicar expresamente, y de la peor manera posible al otro. Esta última está vinculada con una de las más bajas pasiones del hombre: la venganza, que no hay manera de olvidar que será obra segura del resentido, en cuanto tenga oportunidad de perpetrarla.

«De allí que el tema psicológico del resentimiento, que es un asunto personal, se torna social y político en función de quien ejerce el poder, e imanta sus decisiones de sus propias falencias de personalidad, de sus complejos, de sus traumas.»

La más elemental prudencia recomienda que una comunidad, del tamaño y naturaleza que sea, se cuide mucho de elegir a un resentido en cargos de significación. Si se trata de una comunidad nacional, es todavía más grave incurrir en este desafuero, ya que las consecuencias son gravísimas. Este tipo de personalidades en función política contaminan la esfera social con sus nudos personales, ocasionándole a la sociedad perjuicios mayores que los que padecería con un hombre menos intervenido por sus emociones primarias. De allí que el tema psicológico del resentimiento, que es un asunto personal, se torna social y político en función de quien ejerce el poder, e imanta sus decisiones de sus propias falencias de personalidad, de sus complejos, de sus traumas.

Es un asunto espinoso que no sólo atañe a la democracia, también lo observamos en la historia en el período de la monarquía absoluta, o en el imperio romano. El resentido gobernante no es infrecuente en el devenir histórico y, es evidente que lejos de ser un tema exclusivamente personal se torna en político cuando estas personalidades aspiran o asumen el poder, ya sea por la vía hereditaria, por elecciones democráticas o por revoluciones. Para estudiar el fenómeno, que los demócratas no pueden ni por un segundo descuidar, el trabajo de Don Manuel es una puerta de entrada formidable. Sirvan estas líneas de invitación a su lectura y de homenaje a su memoria.

Bibliografía

CELA, Camilo José (1984). “La más grande revolución de nuestro tiempo es la de la liberación de la mujer; a su lado, la revolución rusa es una pequeña crisis ministerial”. Entrevista con Manuel García-Pelayo. Madrid, revista Interviú, 1 de julio de 1984.

GARCÍA PELAYO, Manuel (2009).Obras Completas. Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.

GONZÁLEZ GÓMEZ, Pilar (1989). “La experiencia de Iberoamérica de Manuel García-Pelayo” en El pensamiento español contemporáneo y la idea de América. Barcelona, AIETI.

NIETSZCHE, Friedrich (1965). Obras Completas. Buenos Aires, Aguilar.

PLANCHART MANRIQUE, Gustavo (1997). Entrada Manuel García Pelayo. Caracas, Diccionario de Historia de Venezuela, Fundación Polar.

REY, Juan Carlos (2014). “Recuerdos sobre la creación y los primeros años del Instituto de Estudios Políticos de Caracas” en De Cive de Thomas Hobbes. Madrid, editorialTecnos.

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