Recuerdo con nitidez la primera vez que leí La sociedad abierta y sus enemigos, un libro de 1945 que reverdece cuántas veces alguien acude a él para dilucidar el génesis y desarrollo de las fuerzas adversas a la libertad. Lo precede otro texto de menores dimensiones, pero de señalada importancia: La miserias del historicismo (1943), una suerte de prólogo propiciatorio de su Opera magna. En ambos libros, y en el resto de su obra, los aportes de Karl Popper (1902-1994) son excepcionales acerca de la pretendida fatalidad del historicismo, la filosofía de la historia y la anatomía y el sistema circulatorio de la libertad democrática.
La miseria del historicismo
En la introducción del opúsculo, Popper da su definición de historicismo. Afirma: “Entiendo por ‘historicismo’ un punto de vista sobre las ciencias sociales que supone que la predicción histórica es el fin principal de éstas, y que supone que este fin es alcanzable por medio del descubrimiento de los ‘ritmos’ o los ‘modelos’, de las ‘leyes’ o las ‘tendencias’ que yacen bajo la evolución de la historia.” (Popper, 2002:17). Naturalmente, nada de esto es factible: no hay posibilidad alguna de prever con exactitud lo que va a ocurrir, ya que cada hecho histórico es un fenómeno coyuntural y plurifactorial para el que lo previo puede señalarle un atisbo, pero de ninguna manera un derrotero.
Aunque esto nos resulte obvio, lo cierto es que el historicismo de izquierda (socialismo) y el derecha (fascismo), le han causado enormes daños a la humanidad y esto fue lo que movió a Popper: demostrar las falencias, incongruencias e imposibilidades de la predicción histórica. Esto fue lo que le llevó a escribir esta primera obra que fungió como pórtico para su opera magna: La sociedad abierta y sus enemigos. Acaso la mejor defensa que ha tenido la democracia en el siglo XX, ya que al operar por oposición sirvió perfectamente sus cometidos. Resultó mejor verles las costuras a los enemigos de la libertad que las puntadas a los defensores.
En el espacio de las conclusiones en La miseria del historicismo, apunta su autor: “Todas las versiones del historicismo son expresiones de una sensación de estar siendo arrastrado hacia el futuro por fuerzas irresistibles. Los historicistas modernos, sin embargo, parecen no haberse dado cuenta de la antigüedad de su doctrina… Esto es, naturalmente, pura mitología. Han ocurrido revoluciones importantes antes de nuestro tiempo, y desde los tiempos de Heráclito el cambio ha sido descubierto una y otra vez.” (Popper, 2002:178-179). En otras palabras: lo que se presenta como novedad reveladora es una puesta al día de un mito que nos explica, fácilmente, cómo todo está previsto por quien maneja los hilos del destino. Pura creencia. No deja de ser una sangrienta ironía que los historicistas de diverso pelaje se presenten investidos con la autoridad de la ciencia cuando, en verdad, están apelando al sustrato mitológico de la humanidad. Un sustrato que suele acunarnos en explicaciones circulares y abomina de la realidad, cambiante e impredecible. Era evidente que el próximo paso de Popper fuese estudiar a fondo a Platón: quien le dio forma en República a una utopía, naturalmente autoritaria (como todas), que ha dado pie a las otras que, siempre, han sembrado de cadáveres el campo. Veamos.
La sociedad abierta y sus enemigos
Popper explica con toda claridad por qué se concentró en una investigación de esta magnitud durante varios años, por qué era tan importante. Afirma: “Pero aun cuando el historicismo sea un método defectuoso, incapaz de producir resultados de valor, puede resultar útil el estudio de la forma en que se originó y que llegó a difundirse con tanto éxito. Una indagación histórica emprendida con este propósito puede servir, al mismo tiempo, para analizar la variedad de ideas que se ha ido acumulando alrededor de la doctrina historicista central, la cual afirma que la historia está regida por leyes históricas o evolutivas específicas cuyo descubrimiento podría permitirnos profetizar el destino del hombre.” (Popper, 1981:23).
«Siempre estamos en el terreno de las ideas, aunque es imposible esconder la antipatía, y felizmente no lo hace, porque se disfruta el nervio, la saña incluso, con que logra ubicar las goteras de estos pensadores historicistas.»
Parte de Heráclito y muy pronto llega a la piedra fundacional del pensamiento historicista y, en gran medida, de las utopías de ingeniería social que tantísimo daño han causado. Casi la mitad del libro está dedicado al análisis del pensamiento platónico que da pie al historicismo posterior. Luego, se detiene en Aristóteles, a quien trata con dureza, para luego abordar el asunto de la “Filosofía Oracular”, la profética, encarnada por Marx. Antes, como bisagra, ha revisado a Hegel y lo ha diseccionado hasta la médula, dejando muy poco de él. Es fascinante seguir líneas argumentales lúcidas, que no dejan “títere con gorro”, sin que por ello se caiga en la ofensa personal. Siempre estamos en el terreno de las ideas, aunque es imposible esconder la antipatía, y felizmente no lo hace, porque se disfruta el nervio, la saña incluso, con que logra ubicar las goteras de estos pensadores historicistas.
Acerca del marxismo, su claridad es meridiana: “Pese a todos sus méritos, Marx fue, a mi entender, un falso profeta. Profetizó sobre el curso de la historia y sus profecías no resultaron ciertas. Sin embargo, no es esta mi principal acusación. Mucho más importante es que haya conducido por la senda equivocada a docenas de poderosas mentalidades, convenciéndolas de que la profecía histórica era el método científico indicado para la resolución de los problemas sociales.” (Popper, 1981:269). Como vemos, Popper pone el dedo en la llaga: el marxismo, siguiendo la tradición historicista platónico-hegeliana, cree que en la sociedad histórica hay leyes que permiten profetizar el futuro. Nada de ello es posible. No hay leyes fatales en la dinámica histórica. La realidad desmintió todas sus teorías proféticas, no hubo manera de predecir el futuro de la evolución de la economía: saltaron liebres por todas partes.
Búsqueda sin término. Una autobiografía intelectual
En Búsqueda sin término. Una autobiografía intelectual, Popper confiesa que el primer título en el que pensó para La Sociedad abierta y sus enemigos fue Falsos profetas: Platón-Hegel-Marx, pero que la coyuntura de la guerra lo llevó a decantarse por el otro. Afirma: “La Miseria y La sociedad abierta fueron mi contribución a la guerra. Yo pensaba que la libertad habría de convertirse de nuevo en un problema central, especialmente bajo la renovada influencia del marxismo y la idea de ‘planificación’ (o ‘dirigismo’) a nivel mundial; y así estos libros iban a significar una defensa de la libertad contra las ideas totalitarias y autoritarias, y una advertencia contra los peligros de las supersticiones historicistas.” (Popper, 2002:153-154). No olvidemos que la Unión Soviética en 1945 estaba entre los ganadores de la guerra, de hecho estaba expandiendo su zona de influencia en la Europa Oriental y le discutiría a los Estados Unidos su primacía mundial, dentro del marco de la Guerra Fría, que está por comenzar. De modo que los temores de Popper tienen fundamento, el Estado totalitario soviético está entre los vencedores junto con la democracia liberal estadounidense. Sus temores se confirmaron ampliamente: el intervencionismo estaba por recibir un nuevo aire, el Estado ampliaba su radio de acción territorial.
La lección de este siglo
En Karl Popper. La lección de este siglo vamos a hallar el célebre texto de su conferencia dictada el 9 de junio de 1988, en Munich: “Reflexiones sobre teoría y práctica del Estado democrático”. Entonces, el maestro sumaba 86 años y estaba en momentos cenitales de su lucidez. Va a vivir seis años más, para fallecer en 1994, a los 92 años. En esta conferencia arriesga una hipótesis preciosa: la del nacimiento de la democracia ateniense como consecuencia del surgimiento de un mercado de libros en la ciudad: “El prodigio cultural de Atenas del siglo quinto se debió en gran medida, según mi punto de vista, a la invención del mercado de los libros. Y esa invención también explica la democracia ateniense.” (Popper, 1998: 102). Recordemos que la imprenta de Gutenberg es del siglo XV, de modo que el mercado al que se refiere Popper es el de pergaminos copiados, manuscritos, algo muy pequeño, pero no por ello menos sorprendente y hermoso.
«Lo que es esencial es que una democracia, en este sentido, debería mantener abierta la posibilidad de deshacerse del gobierno sin derramamiento de sangre, si no logra respetar sus derechos y sus obligaciones, pero también si nosotros consideramos que su política es mala o errónea.»
Luego, acuña su frase que se ha citado innumerables veces. Veamos el contexto en el que la pronuncia. Viene diciendo: “Las democracias, entonces, no son soberanías populares, sino, por encima de todo, instituciones equipadas para defendernos de la dictadura. No permiten el gobierno dictatorial, una acumulación de poder, sino que buscan limitar el poder del Estado. Lo que es esencial es que una democracia, en este sentido, debería mantener abierta la posibilidad de deshacerse del gobierno sin derramamiento de sangre, si no logra respetar sus derechos y sus obligaciones, pero también si nosotros consideramos que su política es mala o errónea.” (Popper, 1998: 108).
Hacia el final de la conferencia, ubica a la democracia en el devenir histórico, formulando apreciaciones positivas sobre sus avances en el mundo occidental. Siempre sorprenden las visiones positivas, tan acostumbrados como estamos al catastrofismo. Señala Popper: “Nuestras democracias occidentales –y en particular los Estados Unidos, la democracia occidental más antigua- son un éxito sin precedentes. Este éxito es fruto de mucho trabajo y esfuerzo, mucha buena voluntad y, por encima de todo, muchas ideas creativas en diversos terrenos. El resultado es que una mayor cantidad de personas felices viven una vida más libre, más placentera y más larga que nunca. Sé, por supuesto, que es necesario mejorar muchas cosas. Lo más importante, ‘nuestras democracias’, no se diferencian demasiado de una dictadura de la mayoría. Pero nunca antes en la historia ha habido Estados donde la gente fuera capaz de vivir con tanta libertad y de tener una vida tan buena, o mejor.” (Popper, 1998:120).
«La verdad es que no es posible desatender su llamado de alerta, pero también se pregunta uno si no estaba exagerando en cuanto al poder de los medios o, si su proposición de autolimitación de los medios no estaba bordeando la raya autoritaria»
En el corolario de esta conferencia, nuestro autor acuña su reiterado temor de sus últimos años de vida: el papel de los medios de comunicación en la vida democrática. En esto, como puede suponerse, Popper penetra en terreno minado. La verdad es que no es posible desatender su llamado de alerta, pero también se pregunta uno si no estaba exagerando en cuanto al poder de los medios o, también, si su proposición de autolimitación de los medios no estaba bordeando la raya autoritaria. Cito el párrafo completo: “Por suerte, la verdad es fácil de verificar: la verdad es que nosotros, en Occidente, vivimos en el mejor mundo que ha existido jamás. No podemos permitir que esta verdad siga sin decirse. Los medios, que son los más culpables en este aspecto, tienen que convencerse de que están causando un gran daño. Deben ser persuadidos de ver y contar la verdad, de comprender el peligro escondido que representan, de desarrollar una actitud autocrítica (como hace cualquier institución sana), y de corregirse. Esta es una tarea nueva para ellos. Pero están haciendo un gran daño. Y a menos que cooperen, será casi imposible seguir siendo optimista.” (Popper, 1998: 121).
Esto fue dicho en 1988, las redes no existían. Si Popper viviese vería con terror a Twitter, Instagram, Facebook, de acuerdo con su línea argumental en cuanto a los medios y sus responsabilidades. Lo cierto es que los medios lejos de socavar a la democracia, que en alguna medida lo hacen, también contribuyen a darle aliento. Los medios viven, respiran, se oxigenan en libertad. Además, el peso de los medios hoy en día es mucho menor que en 1988, ya que los canales de información se han multiplicado, se han atomizado enormemente gracias a los avances tecnológicos, y se ven en la necesidad de competir con otros canales que siguen surgiendo, de tal modo que estamos lejos de cualquier hegemonía comunicacional. Naturalmente, Popper no tenía cómo prever esto.
Coda
Concluyo estas líneas con una cita que recoge Antiseri en su libro sobre Popper. Es, nada menos, que de Isaiah Berlin y está en su obra sobre Karl Marx. Afirma, refiriéndose a La sociedad abierta y sus enemigos: “La más escrupulosa y formidable crítica de las doctrinas filosóficas e históricas del marxismo realizada por un pensador vivo.” (Antiseri, 2002: 10). Por si fuera poco, en el mismo texto se recoge la opinión del premio Nobel Peter B. Medawar, quien afirma: “Popper es sin duda alguna el mayor filósofo de la ciencia de todos los tiempos.” (Antiseri, 2002:9).
Finalmente, la obra de Popper en cuanto a esta faceta antropológica-política, es un aporte excepcional para la comprensión de una paradoja lacerante: la de querer construir un mundo perfecto, desde los vapores de la utopía y con las mejores intenciones, y levantar las murallas de un infierno, donde se pierde el bien más preciado de la condición humana. Ese bien se lo señala El Quijote a Sancho: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra se puede y se debe aventurar la vida y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.”
Bibliografía
ANTISERI, Dario (2002). Karl Popper. Protagonista del siglo XX. Italia, Unión Editorial.
POPPER, Karl (1981). La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona, editorial Paidós.
———–La miseria del historicismo (2002). España, Alianza Editorial.
———–Búsqueda sin término. Una autobiografía intelectual (2002). España, Tecnos.
———–Karl Popper. La lección de este siglo (1998). Buenos Aires, Temas Grupo Editorial.
———–Sociedad abierta, universo abierto. Conversación con Franz Kreuzer (2002). España, Tecnos.