Actores sociales como políticos, académicos, comunicadores sociales, empresarios y líderes gremiales hacen uso frecuente el uso de la expresión «proyecto de país». Esta expresión se utiliza para referirse a una idea general de lo que debe caracterizar la organización y funcionamiento de una sociedad en ámbitos tan diferentes como el político y el económico. Es más, en la circunstancia compleja y traumática que vivimos hay grupos que han asumido la tarea de esbozar con alguna sistematización lo que Venezuela debe y puede ser en el futuro previsible.

«En tiempos de crisis…es indispensable encontrar propuestas que motiven la acción integrada de los ciudadanos. ¿Qué hace posible o facilita esta acción colectiva para construir o reconstruir un país, si de esto se trata?.»

Si bien la noción «proyecto de país» no pocas veces tiene un tinte más bien abstracto o técnico, propio de especialistas en desarrollo económico y social, o ideológico, para vender una propuesta política, puede ser útil para promover un amplio intercambio de ideas acerca del país deseable. Para que cumpla con eficacia este propósito es necesario preguntarse: ¿proyecto de quién? ¿proyecto de quiénes? ¿proyecto para quiénes? De la respuesta a estas interrogantes podemos deducir cuán incluyente -o excluyente- es el proyecto, y cuán viable es.

En tiempos de crisis, cuando se hace énfasis en la necesidad de una acción colectiva mancomunada para enfrentar una situación que afecta a buena parte de la población, es indispensable encontrar propuestas que motiven la acción integrada de los ciudadanos. ¿Qué hace posible o facilita esta acción colectiva para construir o reconstruir un país, si de esto se trata?

El proyecto de país como parte de la nación

La respuesta a esa pregunta tiene varias aristas pero hay un elemento fundamental que de ninguna manera puede ser soslayado: una nación es ante todo una visión de futuro deseable compartida ampliamente por una sociedad, y no tanto un pasado común. Esta noción la expresa con particular lucidez José Ortega y Gasset en varias de sus obras, especialmente en La rebelión de las masas, libro publicado por primera vez en 1929. Ortega toma la noción de Ernesto Renan, para referirse a la reafirmación permanente del programa por realizar para hacer realidad ese futuro.

Veamos algunas breves consideraciones de Ortega sobre el tema:

«Tener obras comunes en el pasado, una voluntad común en el presente; haber hecho juntos grandes cosas, querer hacer otras más; he aquí las condiciones esenciales para ser un pueblo… En el pasado una herencia de glorias y remordimientos; en el porvenir, un mismo programa que realizar… La existencia de una nación es un plebiscito cotidiano.»

Tal es la conocidísima sentencia de Renan. ¿Cómo se explica su excepcional fortuna? Sin duda, por la gracia de la coletilla. Esa idea de que la nación consiste en un plebiscito cotidiano opera sobre nosotros como una liberación. Sangre, lengua y pasado comunes son principios estáticos, fatales, rígidos, inertes; son prisiones, Si la nación consistiese en eso y nada más, la nación sería una cosa situada a nuestra espalda, con lo cual no tendríamos nada que hacer. La nación sería algo que se es, pero no algo que se hace. Ni siquiera tendría sentido defenderla cuando alguien la ataca.

Si la nación consistiese nada más que en pasado y presente, nadie se ocuparía de defenderla. Lo que afirman lo contrario son hipócritas o mentecatos. Mas acaece que que el pasado nacional proyecta alicientes -reales o imaginarios- en el futuro. Nos parece deseable un porvenir en el cual nuestra nación continúe existiendo. Por eso nos movilizamos en su defensa; no por la sangre ni el idioma ni el común pasado. Al defender la nación defendemos nuestro mañana, no nuestro ayer. (1968: 240-242)

«… el proyecto debe encajar con los valores, los anhelos, la idea de porvenir colectivo y personal que mueve a los ciudadanos a querer esforzarse para hacerlo realidad.»

Tal concepción de nación hace inevitable afirmar que un proyecto de país tiene que ser capaz de integrar al colectivo al cual se refiere ese proyecto, por lo cual puede concluirse que éste debe ser compartido por ese colectivo porque siente que tiene sentido, que no le es ajeno, que vale la pena luchar por él. Por esta razón las preguntas ¿proyecto de quién o de quienes? ¿para quienes? son fundamentales. Un proyecto de país es mucho más que una propuesta técnica elaborada por expertos en el tema del desarrollo, conocedores de lo que le conviene a un país respaldados por especialistas en comunicación que acompañarán a los políticos para una eficaz venta del «producto». Para que tenga sentido y eche raíces en la sociedad un proyecto de país el proyecto debe encajar con los valores, los anhelos, la idea de porvenir colectivo y personal que mueve a los ciudadanos a querer esforzarse para hacerlo realidad.

Cuando los elementos fundamentales de un proyecto de país responden a esos elementos -valores, anhelos, porvenir deseable- ese proyecto será viable, sus costos materiales y no materiales serán mínimos. Si no es así, tendrá que ser impuesto por un grupo político o élite dominante que tratará de implantar un modelo de nación distinto al existente, una suerte de «nueva nación» con terribles consecuencias totalitarias similares a las que históricamente ha tenido la noción de «hombre nuevo» en países comunistas.

Un proyecto de país para Venezuela

Si un proyecto de país tiene como punto de partida la nación que es, no la queremos que sea, en el caso de Venezuela tenemos que preguntarnos cuáles son los anhelos que mueven a gran parte de los venezolanos, qué país deseamos, por qué futuro estamos dispuestos a luchar. La historia reciente y algunos trabajos de investigación sobre lo que valoramos los venezolanos (por ejemplo, Zapata, 1996; los frecuentes sondeos de opinión pública) permiten señalar que los siguientes elementos constituyen parte fundamental de nuestro desiderátum colectivo:
– Consolidación de una república democrática
– Desarrollo que genere bienestar
– Participación política e inclusión social
– Oportunidades de desarrollo para todos
– Creación de riqueza como esfuerzo colectivo

La manera como se expresan esas nociones puede variar por factores tales como estrato social, generación y nivel de educación. Ese desiderátum ha orientado, con alto y bajos, con lo gros y desaciertos, parte importante del esfuerzo por desarrollar el país desde por lo menos la cuarta década del siglo veinte.

Las dos primeras nociones -la consolidación de la democracia y el desarrollo que genere bienestar– parecen estar relativamente más consolidadas que las otras, o tal vez ellas engloban a las demás. En tal sentido, es particularmente pertinente hacer referencia a la insistencia del historiador Germán Carrera Damas en las profundas raíces del valor de la democracia, especialmente evidente cuando es sometida a ataques. Señala Carrera:

La progresión histórica demostrada, de la realización de la aspiración democrática, expresada como la substitución de la república liberal autocrática por la república liberal democrática. Progresión contrastada con los intentos de detenerla, de falsearla e incluso de erradicarla. A cada uno de estos intentos le ha sucedido un sorprendente y luminoso rebrote de los trabajos de la democracia, quedando demostrada así la inutilidad de los esfuerzos de quienes han pretendido cambiar el rumbo histórico de la sociedad venezolana, llevándola por caminos extraviados. Lo prueba la vigencia de la Segunda República liberal democrática, en el lapso 1958-1998.

La anunciada circunstancia podrá lucir tan rotunda como la respuesta abonada por las razones expuestas. Ella consiste en que los venezolanos podemos «recordar la democracia», y por lo mismo percibir, sin mediaciones más o menos elaboradas, sus significados de libertad, igualdad, seguridad jurídica y ejercicio de la soberanía. Ninguna otra sociedad latinoamericana puede prevalerse de este recuerdo, nacido de haber vivido cuarenta años continuos de régimen sociopolítico democrático. Esta circunstancia nos permite a los venezolanos sentir la democracia y padecer su limitación o su ausencia. No necesitamos aprender la democracia; mucho menos imaginarla, como ocurre en otras sociedades latinoamericanas (Carrera, 2006).

Que los venezolanos podamos recordar la democracia, que no necesitemos aprender lo que son sus elementos fundamentales y que resintamos cuando se le limita, dice mucho sobre la importancia que tiene para parte importante de los ciudadanos. No parece que estemos dispuestos a sacrificar los valores de la la libertad, la igualdad ante la ley y la participación ni siquiera para adelantar el desarrollo económico y social del país.
La democracia es parte integral de la nación venezolana, del desiderátum ampliamente compartido.

Referencias

Carrera Damas, G. (2006): «Hacia dónde quiere ir Venezuela». Escuela de Historia, Universidad Central de Venezuela. Mimeo

Ortega y Gasset, J. (1968): La rebelión de las masas. Madrid: Revista de Occidente

Zapata, R. (2006): Valores del venezolano. Caracas: Consultores 21

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