El debate contemporáneo sobre la crisis de la democracia representativa, contempla muchos elementos identificados a un sentimiento ampliamente extendido por la ciudadanía. Se trata de un conjunto de actitudes frente al sistema político, más allá del propio desempeño de las instituciones, son aquellos sentimientos de desconfianza, alejamiento o hasta desprecio a la dinámica de interacción política. Estas actitudes negativas están direccionadas al sistema en su conjunto, desde los partidos políticos y sus dirigentes, las dependencias gubernamentales y las instituciones estatales hasta las organizaciones sociales o espacios de relacionamiento público. No se trata exclusivamente del rechazo hacia estas organizaciones por razones ideológicas o programáticas, ni las particularidades que se desprenden de alguna propuesta o gestión determinada, sugiere un alejamiento de la actividad política en general y de forma constante. Esta realidad es evidente en un buen número de los sistemas democráticos modernos y ha sido denominado por varios teóricos como desafección política.

Para José Ramón Montero, Richard Gunther y Mariano Torcal (1998)[i], la desafección política se precisa como una dimensión actitudinal, asociada al alejamiento o desapego ciudadano al sistema; se trata de un extrañamiento afectivo, con fuerte vinculación a la cultura política, con mayor asociación a las nociones de legitimidad y descontento que a las valoraciones sobre el rendimiento y apreciaciones sobre el desempeño de la administración gubernamental. Pareciera que la desafección política esta compuesta de elementos mucho menos tangibles que una simple evaluación administrativa, lo que nos lleva a considerar que se trata de sentimientos de larga data, a un comportamiento que se ha ido configurando progresivamente en el tiempo. Es precisamente esta característica, la profundidad con que se ha enraizado en la vida de los individuos desde hace algún tiempo, lo que hace la desafección política un elemento notablemente grave y nocivo para la salud del sistema democrático.

«El desinterés, el rechazo, la frustración, la hostilidad, la alienación, la desconfianza en el proceso político, en las diversas instituciones y la valoración sobre los líderes y/o representantes, aparecen como elementos clave de la desafección»

Para comprender esta dimensión actitudinal, algunos autores llegan a proponer en diversos estudios una graduación polarizada de sus síntomas. Sugieren una serie de indicadores que expresarían la desafección en sus diferentes niveles: el desinterés, el rechazo, la frustración, la hostilidad, la alienación, la desconfianza en el proceso político, en las diversas instituciones y la valoración sobre los líderes y/o representantes, aparecen como elementos clave de la desafección. Se trata de sentimientos difusos y difíciles de comprobar empíricamente.

El Profesor de ética García Marzá (2015)[ii] señala sobre el concepto de desafección: “…nos referimos al escaso aprecio y estima que le tienen los ciudadanos a la vida política y a sus instituciones y representantes. Constituye un conjunto de sentimientos y actitudes reactivas caracterizado, por una parte, por la aceptación resignada de la democracia como la menos mala de las formas de gobierno, a la que no se quiere renunciar y, por otra, por un fuerte desapego, inhibición e incluso hostilidad, ante la gestión política y sus actores e instituciones”. La dificultad que representa la identificación de este conjunto de sentimientos colectivos y las causas de cada uno de ellos, no es más complejo que el esfuerzo necesario para mitigarlos.

«El rechazo al sistema ha generado un vacío con una gran carga emotiva, proveniente de una enorme frustración de los ciudadanos hacia la actividad política por no representar una forma de resolver sus problemas.»

Entender la desafección política sugiere abordar desde elementos de carácter cultural hasta las apreciaciones que se han configurado progresivamente en los individuos durante la interacción con los actores políticos, por diversas razones y en diferentes momentos. El rechazo al sistema ha generado un vacío con una gran carga emotiva, proveniente de una enorme frustración de los ciudadanos hacia la actividad política por no representar una forma de resolver sus problemas. Ese proceso emotivo que edifica el sentimiento de desprecio a la política, no conduce necesariamente a conseguir otra forma de resolver la situación causante de esas frustraciones. La inconformidad hacia las instituciones seguirá presente mientras existan problemas sin resolver.

Frente este panorama, cualquier propuesta que le sea ofrecida a los ciudadanos, diferente a la política establecida o normalizada, pudiera resultar gratamente atractiva sin mayores valoraciones sobre su viabilidad frente a la urgencia de una solución distinta. Pareciera el escenario idóneo para la aparición de un actor que se enfrente al “establishment” como el principal culpable de esta situación y que sea el vocero de esta novedosa propuesta. Se trata de una persona virtualmente ajena al sistema ineficiente, que logre llenar el vacío a través de una perspectiva benefactora, a través de una idea que sustituya los sentimientos negativos por una vinculación esperanzadora que motive y movilice las fuerzas sociales hacia un cambio profundo y aparentemente necesario. Las condiciones que predominan en un ambiente de desafección política, parecen abrir paso a la aparición del populismo como respuesta sistémica y de gran carga emotiva, al sentimiento de desprecio ciudadano por la dinámica política dominante. Faltaría reconocer si la desafección política es un elemento necesario para el surgimiento del populismo o solo una condición previa favorable, en otras palabras, hasta que punto el populismo prospera a partir de la existencia previa de esos sentimientos negativos contra el sistema.

 

 

[i] Montero, J.R., Gunther, R. y Torcal M. (1998), “Actitudes hacia la democracia en España: legitimidad, descontento y desafección”. Reis, 83/98, CIS, España.

[ii] García Marzá, D., “El valor democrático de la sociedad civil: Una respuesta a la desafección”. THÉMATA. Revista de Filosofía, Nº52, Julio-diciembre (2015), España.

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