Los once años que se inician en marzo de 1847 y concluyen en marzo de 1858 están signados por la presencia de la única dinastía que ha habido entre nosotros. Los hermanos José Tadeo y José Gregorio Monagas detentaron el poder alternativamente, sobre la base de períodos constitucionales de cuatro años, como los pautaba la Constitución Nacional de 1830, hasta que José Tadeo Monagas en su segundo período impulsó la promulgación de la constitución de 1857, que fijaba el período en seis años y permitía la reelección inmediata. Era evidente que no quería deshacerse del poder, y esto activó la reacción en su contra, que lo condujo a renunciar a la Presidencia de la República.
Primera Presidencia del general José Tadeo Monagas (1847-1851)
El general José Tadeo Monagas asume la Presidencia de la República el 1 de marzo de 1847, a los sesenta y dos años de edad. Era el hombre más influyente, y uno de los más ricos del oriente del país. Gozaba, como Páez y Soublette, del prestigio de haber integrado el Ejército Libertador en sus primeras filas. Llegaba al poder de la mano del general Páez, quien equivocadamente creyó que mantendría su influencia determinante en el país a través de Monagas. Al principio del gobierno del oriental así pareció que iba a suceder, pero muy pronto, Monagas fue enseñando sus cartas. Así fue como el líder del partido Liberal (Monagas), llegó con los votos del partido Conservador (Páez), para muy pronto olvidar los acuerdos.
Monagas conmutó la pena de muerte que pesaba sobre Antonio Leocadio Guzmán por la del extrañamiento perpetuo del país. Esta fue la primera señal para el general Páez. Luego, nombró en cargos menores a gente de su confianza, sin consultarles previamente a los ministros, con lo que buscaba la renuncia de estos, cosa que ocurrió, siendo sucesivamente sustituidos. Esto ocurrió en muy pocos meses desde su asunción del mando. El general Páez, sin embargo, permaneció en silencio, hasta que el 5 de agosto de 1847 Monagas le participó, a través de su ministro de Guerra y Marina que sus funciones como Jefe del Ejército Nacional habían cesado. Esta estocada final dejó en claro que Monagas se proponía gobernar solo, creando su propia red de poder, al margen de la trama paecista. La ocupación de la totalidad de los cargos de la administración pública por parte de Monagas y sus seguidores, seguía en marcha.
El asalto al Congreso Nacional
El año 1847 transcurrió con el empeño de Monagas de ir copando todos los espacios de poder, ante el desconcierto del general Páez. El año de 1848 se inicia con uno de los hechos más lamentables de nuestra historia republicana: los acontecimientos ocurridos en la sede del Congreso Nacional. El 24 de enero de 1848 el ministro de Relaciones Interiores y Justicia, Martín Sanabria, se trasladó a la sede del Poder Legislativo a rendir el informe anual del Poder Ejecutivo. Estando dentro del recinto se corre el rumor en la calle de que ha sido asesinado, cosa que enardece a las turbas liberales que estaban apostadas afuera. Intentan entrar y son repelidas con plomo por la guardia, dándose las primeras escaramuzas, y desatándose la violencia más incontrolada. Los heridos y los muertos van en ascenso, los enfrentamientos entre Conservadores y Liberales son a cuchillo, a puños, con piedras y hasta con lanzas y bayonetas. Santos Michelena intenta salir por una puerta y es herido con una bayoneta. Fue tan grave el daño, que murió dos meses después a consecuencia de la herida. Los parlamentarios Francisco Argote, José Antonio Salas y Juan García son asesinados por las turbas. La misma suerte corre el sargento Pedro Pablo Azpúrua, y un sastre que se había animado a participar en la trifulca.
Monagas, alertado acerca de los hechos en curso, se presenta a caballo, acompañado del general Santiago Mariño, y con las fuerzas del orden restablece la calma. La herida para el Poder Legislativo había sido mortal. El parlamento después de estos hechos tardó años en recuperar su autonomía. Monagas cada vez más lo doblegó como un apéndice de su propio mando. Las cámaras se reunieron con Juan Vicente González como secretario, lo que causó un asombro mayúsculo, ya que hasta el día anterior González había sido un fervoroso Conservador, y ahora aceptaba trabajar para los Liberales. Fermín Toro, a diferencia de González, no acudió al llamado y pronunció una de sus frases más famosas: “Decidle al general Monagas que mi cadáver lo llevarán, pero que Fermín Toro no se prostituye.”
«[Páez] Le dice a Monagas que se ha colocado como “el más grande, el más ingrato y vengativo de todos mis enemigos…Ya V.E no inspira confianza a la parte más sana, más concienzuda y más fuerte de la sociedad.”»
Monagas le envía una carta a Páez el 26 de enero solicitando su colaboración para restablecer la convivencia pacífica. Entonces, le atribuye la tragedia al desatino de la guardia del Congreso, que enardeció a las turbas. Exime a sus seguidores de la responsabilidad de los hechos. Páez le responde con otra misiva en la que se lamenta de haberlo llevado a la Presidencia de la República, y apela a la responsabilidad moral que siente por semejante error. Le dice a Monagas que se ha colocado como “el más grande, el más ingrato y vengativo de todos mis enemigos…Ya V.E no inspira confianza a la parte más sana, más concienzuda y más fuerte de la sociedad.” La respuesta, obviamente, era una declaración de guerra.
Levantamiento del general José Antonio Páez
El 4 de febrero de 1848 Páez entrega una proclama en Calabozo, y luego se traslada a Apure. Monagas encarga a Mariño enfrentarlo, y este delega en el general José Cornelio Muñoz, antiguo paecista, batir sus tropas en contra de las de Páez. Ocurre la batalla en el sitio de Los Araguatos el 10 de marzo. Páez es derrotado, pero logra huir a Colombia acompañado por Soublette y Quintero, de allí se traslada a Curazao, desde donde invade a Venezuela por las costas de Coro el 2 de julio de 1849. Logra armar un ejército compuesto por 600 hombres, con grandes dificultades, ya que parte de sus recursos han sido confiscados por el gobierno de Monagas. Esta nueva ofensiva concluye en otro fracaso. El general José Laurencio Silva lo hace preso en Cojedes, en el valle de Macapo Abajo, y lo remite a Valencia, donde es humillado con la colocación de grillos en los pies, trato que muchos consideraron inaceptable para un hombre que había acumulado sus méritos. Luego es trasladado a Caracas, donde fue nuevamente humillado: el encargado de su prisión era Ezequiel Zamora. En los traslados callejeros del prisionero es zarandeado de nuevo, le gritan “Abajo el Rey de los Araguatos”, haciendo alusión a la derrota en la batalla llanera. Luego, es trasladado al castillo de San Antonio de la Eminencia, en Cumaná, de donde parte al exilio, arruinado, el 23 de mayo de 1850.
El año 1850 sería, de acuerdo con la Constitución Nacional de 1830, entonces vigente, año electoral. A los comicios convocados en agosto y octubre se presentan los nombres de Antonio Leocadio Guzmán (64 votos), Estanislao Rendón (30), José Ángel Ruiz (20) y el general José Gregorio Monagas (203 votos). La victoria fue para el hermano menor de José Tadeo, quien gobernaría para el período constitucional de 1851-1855. Por primera vez, se perfeccionaba una dinastía en Venezuela. Un hermano le entregaba el poder a otro. El nepotismo alcanza entonces su epifanía.
Presidencia de José Gregorio Monagas (1851-1855)
José Gregorio Monagas se trasladó desde su casa en Barcelona (Anzoátegui) hasta Caracas a tomar posesión de la Presidencia de la República el 5 de febrero de 1851. Tenía 56 años, era el cuarto hijo de una poderosa familia de ganaderos en oriente del país y, al igual que Páez, Soublette y su hermano, había formado parte del Ejército Libertador. De hecho, Bolívar lo había bautizado como “La primera lanza de oriente”, cosa que escuchó con celos José Tadeo, y Bolívar le dijo: “Usted es la primera lanza de Venezuela, y el general Páez la primera del mundo”. Todos satisfechos.
Como suele suceder, alrededor del segundo Monagas se formó un grupo al que el pueblo denominó “los gregorianos”, mientras a los seguidores de su hermano los llamaban “los tadeístas”. Entre unos y otros se escenificaba una pelea sorda por el poder que, en honor a la verdad, aunque pensaban con algunos matices distintos, no condujo a la separación total de los dos hermanos, por más que el gobierno de José Gregorio no se adelantaba con los mismos personajes que el de su hermano mayor, ni el segundo de éste tampoco se desarrolló con los mismos actores de José Gregorio. No obstante las diferencias, estas no fueron tantas como para poder advertir cambios sustanciales entre un gobierno y otro de la misma dinastía.
Desde 1850 se venía hablando de la necesidad de abolir la esclavitud, y el tema se ventilaba en las sesiones parlamentarias con frecuencia, hasta que el Congreso Nacional lo sancionó, y el presidente Monagas le puso el Ejecútese a la Ley el 24 de marzo de 1854. El número de esclavos que entonces había en Venezuela no pasaba de 15 mil, mientras los manumisos llegaban a 11 mil, lo que representaba cerca del 2% de la población. Pero el punto, más que estadístico era de humanidad. Muchos de los esclavos ya en libertad continuaron trabajando con sus antiguos dueños y otros probaron suerte por su cuenta.
«El 20 de enero de 1855 José Gregorio Monagas entregaba el gobierno en manos del Vicepresidente Joaquín Herrera… Concluía un gobierno que se recordará siempre por la Abolición de la Esclavitud, y por algunos otros hechos de menor importancia.»
A las elecciones de octubre de 1854 se presentó un solo candidato que reunía al partido Liberal y a la pequeña fracción del Conservador. José Tadeo Monagas alcanzó 397 votos, mientras Fermín Toro 1. El 20 de enero de 1855 José Gregorio Monagas entregaba el gobierno en manos del Vicepresidente Joaquín Herrera y de inmediato viajaba hacia Barcelona. Concluía un gobierno que se recordará siempre por la Abolición de la Esclavitud, y por algunos otros hechos de menor importancia. Los problemas centrales siguieron su curso: la deuda externa creciente, la ineficiencia en los manejos del aparato del Estado, el peculado y la salud pública, ahora todavía en peor situación después de la colera morbus.
Segunda Presidencia de José Tadeo Monagas (1855-1858)
El 31 de enero de 1855 se juramentó José Tadeo Monagas en el templo de San Francisco como Presidente de la República para el período constitucional 1855-1859, de acuerdo con la Constitución Nacional de 1830. Era el séptimo presidente que gobernaba bajo el marco legal vigente, que impedía expresamente la reelección inmediata.
El 23 de abril 1856 el Congreso Nacional sancionó una ley de reorganización del territorio nacional que estableció 21 provincias. Esta ley le permitía de manera temporal al Presidente de la República nombrar a los gobernadores de las provincias eliminado las diputaciones regionales, hasta que unas elecciones nuevas los eligieran. De tal modo que después de la promulgación de la ley el poder de Monagas era total, con lo que se podía permitir soñar con una reforma de la Constitución Nacional que materializara dos de sus sueños: reconstruir la “Gran Colombia” y eliminar el artículo 108 que impedía la reelección inmediata, ya que por vías sustitutivas controlaba la totalidad del Congreso Nacional. Del delirio de la reconstrucción de la “Gran Colombia” Monagas desistió, pero de lo otro no, como veremos luego.
«El nepotismo ya era total, y la paciencia de sus adversarios había llegado al colmo. El espíritu autoritario, que lo llevaba a querer permanecer en la Presidencia de la República sin límite de tiempo, halló expresión constitucional.»
El 16 de abril de 1857 el Congreso Nacional sancionó la nueva Constitución de la República de Venezuela, y el 18 José Tadeo Monagas firmó el Ejecútese. La nueva carta magna introducía dos cambios que satisfacían la voluntad omnímoda de Monagas: extendía el período presidencial a seis años y no prohibía la reelección inmediata. Los parlamentarios aprobantes fueron los nombrados a dedo por Monagas, gracias a la Ley del año 1856 de reorganización del territorio. El círculo estaba cerrado. De inmediato, Monagas y el Vicepresidente nombrado, su sobrino y yerno, el coronel Francisco Oriach, se hicieron elegir para completar el período de seis años recién decretado, es decir, por dos años más: 1859-1861, con los que se completarían sus primeros seis en el gobierno. La gente entonces tuvo claro que el general Monagas buscaba permanecer durante muchísimos años en el poder. El nepotismo ya era total, y la paciencia de sus adversarios había llegado al colmo. El espíritu autoritario, que lo llevaba a querer permanecer en la Presidencia de la República sin límite de tiempo, halló expresión constitucional. También, naturalmente, avivó las fuerzas de la oposición. La estocada a los principios elementales de la democracia había sido certera. La extensión del período presidencial a seis años y la reelección inmediata atentaban contra la limitación en el tiempo y la alternabilidad en el poder.
La revolución de marzo
El 5 de marzo de 1858 el general Julián Castro se alzó en contra de José Tadeo Monagas en Carabobo, se sumaron pronunciamientos en Cojedes y Guárico y, en pocos días, los mismos seguidores de Monagas lo dejaron solo. Su personalismo había llegado a exasperarlos. Es sorprendente la manera expedita como fue obligado a abandonar el poder. Ello prueba que aquel “hombre fuerte” no lo era tanto, y que la trama de poder que había tejido en su respaldo no funcionó, ya que se vino abajo en una semana, como un castillo de arena. Todo indica que su mismo personalismo le condujo a perder el apoyo de sus seguidores. Había llegado muy lejos en sus pretensiones hegemónicas y de permanencia en el poder. La reforma constitucional a su favor dejaba desnudas sus aspiraciones de eternizarse al mando de la República, y la alternabilidad había sido norma consagrada, y respetada, desde la Constitución Nacional de 1830.
«La caída del presidente autoritario fue rápida y sin posibilidades de ofrecer resistencia. Al momento de conocerse la carta de renuncia de Monagas enviada al Congreso, centenares de personas salieron a las calles de la capital a manifestar su regocijo».
Monagas decide renunciar el 15 de marzo y se refugia en la Legación de Francia en Caracas. Después de semanas de negociaciones, bajo la luz del llamado Protocolo Urrutia, Monagas puede salir al exilio. Su hermano José Gregorio no corrió la misma suerte y fue hecho preso en el castillo de San Carlos en el Zulia, pero ya estaba enfermo de cáncer y falleció cuando iba a ser trasladado hacia Maracaibo para recibir atención médica. Otros funcionarios cercanos a los Monagas fueron apresados. La caída del presidente autoritario fue rápida y sin posibilidades de ofrecer resistencia. Al momento de conocerse la carta de renuncia de Monagas enviada al Congreso, centenares de personas salieron a las calles de la capital a manifestar su regocijo. Entre ellos, Antonio Leocadio Guzmán, que le debía la vida a Monagas y fue altísimo funcionario de su gobierno, cabalgaba gritando “Abajo los Monagas. Mueran los ladrones.” Como vemos, no sólo Juan Vicente González era capaz de cambiarse de chaqueta sin que le temblara el pulso.
La etapa de preeminencia del partido Liberal concluía en medio de estrepitosos fracasos. En el exilio o presos sus máximos líderes, y con el país a puertas de una guerra civil, lejos estaban los Monagas de haber apaciguado los demonios nacionales. Por el contrario, el abierto nepotismo y el personalismo habían enfurecido a espíritus dormidos, que desenterraron el hacha de la guerra. Venezuela estaba punto de sumergirse en un pleito largo, del que emergió destruida: la Guerra Federal. En este período el signo personalista, que relegaba a segundo plano cualquier consideración institucional en aras de la individual, se potenció aún más. No obstante, sería injusto atribuirles a los dos hermanos Monagas el mismo afán, ya que en José Gregorio primó menos el personalismo que en José Tadeo, de hecho no fue José Gregorio el que se empeñó en la reforma constitucional que lo eternizara en el mando, fue su hermano. Es evidente que la reforma constitucional de 1857 atentó contra el espíritu democrático de la Nación por las razones antes expuestas. Dos impulsos la articularon: eternizarse en el ejercicio del poder y el nepotismo, que es una expresión radicalmente antidemocrática.