Registros de más de 40 siglos de historia demuestran que los controles de precios son una política ineficiente e inefectiva, que genera resultados contrarios a los esperados: en vez de garantizar acceso a productos de calidad, se traducen en escasez e inflación.
Es indiscutible que los controles de precios generan importantes distorsiones en la economía y desincentivan la inversión. Veamos algunas de las lecciones que las implementaciones de controles de precios nos han dejado.
«Suele existir la noción popular de que la inflación es producto de la especulación y de ahí que su solución sea aplicar controles de precios»
Esta noción no es una novedad del siglo XXI. En el 301 a.C., el Emperador Romano Diocleciano emitió un Edicto en que le atribuía la responsabilidad de la inflación a la «avaricia» de comerciantes y especuladores. Además, trató -fallidamente- de controlar la inflación por decreto y puso precio fijo a todas las mercancías y servicios (Schuettinger & Butler, 1979, págs. 21-23).
En el siglo XIII, las autoridades inglesas sentían necesario regular cada una de las transacciones de la economía en que los intereses individuales pudieran traducirse en injusticias. Resaltan, por supuesto, los controles de precios (Ibídem, pág. 29).
Durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos el Congreso Continental llegó a precisar que la subida de los precios era generada por especuladores antipatrióticos y enemigos del gobierno. En consecuencia, el Congreso Continental decidió fijar controles de precios en octubre de 1774 (Ibídem, pág. 40).
Incluso, en los primeros días de los controles de precios en Venezuela, editoriales de prensa alegaban que
«ha de estar siempre presto el Gobierno para desbaratar cualquier intento de encarecimiento que ya lo estamos palpando… es ante estos asomos de especulación que deben actuar los gobernantes» (El Universal, 09/09/1939, pág. 11).
Además, según esa creencia, ante el «afán desmedido de lucro y un sentido de especulación», el gobierno de Venezuela debía imponer
«las sanciones y las medidas de rigor, ya que si se deja el camino abierto (…) es de presumir cuál habrá de ser la situación para días futuros, cuando se haga sentir con efectividad la ausencia de artículos comúnmente importados de los países beligerantes» (El Universal, 10/09/1939, pág. 1).
Vale decir: el eventual fracaso de los controles de precios suele diluir, al menos temporalmente, el apoyo popular respecto a su implementación.
En la antigua Grecia un ejército de inspectores -conocidos como Sitophylakes- eran los responsables de fijar los precios de los granos a los niveles que el gobierno ateniense consideraba justo. El incumplimiento de los controles impuestos por el gobierno podía llegar a ser penado con pena de muerte (Schuettinger & Butler, 1979, págs. 15-16).
En su edicto del año 301 a.C., el emperador romano Diocleciano fijó los precios de la carne, los granos, los huevos, la ropa, entre otros productos, y decretó la pena de muerte para quienes vendieran dichos productos a precios superiores (Ibídem, pág. 23).
En 1934, durante el régimen nazi, la Comisión de Precios del Reich ilegalizó el incremento de precios. En diciembre de 1936 incluso se instauró un congelamiento general de precios. El incumplimiento de la medida sería penado con multas y cárcel (Ibídem, págs. 69-70).
En Venezuela, por ejemplo, durante la Presidencia de Raúl Leoni (1964-1967), «quien fuere acusado de especulador iría a la cárcel» y 294 castigos aparecieron en Gaceta Oficial (Chelminski, s.f., págs. 151-155). Asimismo, durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979) «alrededor de 350 comerciantes fueron expuestos al desprecio público por un problema de regulación de precios» (Ibídem, págs. 163-164).
Los controles de precios no sirven para controlar la inflación
Sin importar la modalidad del control de precios implementado, una fórmula se repite con bastante regularidad: los precios suben cuando la emisión de dinero no es respondida por un aumento, al menos proporcional, de la oferta de bienes y servicios.
En octubre de 1774 el Congreso Continental de los Estados Unidos decretó que todos los bienes manufacturados en el país -que estaban escaseando- debían ser vendidos a precios «razonables», en concordancia con los registrados en el año previo. Poco después, en 1775, el Congreso autorizó la impresión de dinero -Continentals. Dado que la emisión de dinero aumentó con mayor velocidad que la oferta de bienes, para noviembre de 1777 los precios habían aumentado en 480% al compararlos con los precios registrados antes del inicio de la Guerra de Independencia (Schuettinger & Butler, 1979, págs. 39-40).
Aunque el estado soviético llegó a fijar millones de precios, el dinero circulante se multiplicó por ocho veces entre 1929 y 1941. En consecuencia, entre 1927 y 1937 la capacidad de compra de los salarios cayó 50% (Ibídem, pág. 16).
Resalta también que entre marzo y julio de 1974 se decretó la congelación de precios en Venezuela; y entre julio de 1974 y julio de 1979, sólo 22,48% de los precios de bienes de la cesta básica fueron fijados por el libre mercado. Sin embargo, entre 1975 y 1979 la inflación acumulada fue de 57%, cuando entre 1970 y 1974 Venezuela había acumulado una inflación de 23%, y entre 1950 y 1969 había registrado cuatro quinquenios continuos de inflación acumulada de un dígito. Lo anterior no sorprende cuando notamos que el cociente entre la liquidez monetaria y el PIB -indicador que refleja la cantidad de dinero en circulación por cada unidad real de PIB producido- creció 204,8% entre 1945 y 1970 (promedio anual de 4,6%), pero aumentó 267,2% sólo entre 1971 y 1979 (promedio anual de 17,6%).
También vale recordar que cuando la inflación en Brasil llegó a 234% en el año 1985 el gobierno del Presidente Sarnei intentó frenarla con controles artificiales: «al cruceiro le quitaron 3 ceros y lo convirtieron en un cruzado. Eliminaron el sistema de la indexación, rebajaron los intereses, congelaron precios y salarios y ataron el cruzado al dólar americano» (Chelminski, 1987, pág. 197). Sin embargo, las medidas fracasaron pues no hubo ni disciplina monetaria ni fiscal: el gobierno no redujo el gasto público y siguió emitiendo dinero de manera desproporcionada.
«Los controles de precios logran, en el mejor de los casos, represar temporalmente la subida de precios a costa de los productores y comerciantes»
Para 1777 gran parte del ejército de George Washington estaba acuartelado en Pensilvania. El legislativo de la mancomunidad decidió implementar controles de precios sobre los bienes de uso del ejército. En vez de contener la inflación, subieron los precios de los bienes no regulados -en su mayoría importados- y la mayoría de los productores se rehusaron a vender sus mercancías a precios artificialmente bajos. Algunos comerciantes incluso vendieron sus inventarios a los ingleses en mercados paralelos. Tras el invierno, durante el cual la mayoría del ejército de Washington casi muere de hambre, se levantaron los controles de precios y se liberó de manera inmediata una importante inflación represada, que tras multiplicar los precios por 80% en el corto plazo, se estabilizó en niveles levemente superiores a los del período previo a la Guerra de Independencia (Schuettinger & Butler, 1979, pág. 40).
Resulta también bastante ilustrativo lo ocurrido en abril de 2012 en Venezuela, cuando entraron en vigencia los primeros precios fijados por la SUNDECOP. La lista de precios (Gaceta Oficial Nº 39.871 de 27 de febrero de 2012) incluía 19 productos en sus diferentes presentaciones, de los cuales 16 eran de limpieza del hogar e higiene personal. El impacto fue fugaz y, en el mejor de los casos, represó sólo momentáneamente la inflación al obligar al comerciante a asumir los aumentos de costos (ver Gráfico 1).
Gráfico 1: inflación mensual de productos de cuidado personal y del hogar, 2012-2013.
Este tipo de represión temporal de la inflación se había logrado previamente en Venezuela. Por ejemplo, en la década de los sesenta al -entre otras cosas-«forzar la reducción de los márgenes que le correspondían a los comerciantes» (Chelminski, s.f., pág. 150); y a finales de la década de los setenta cuando el «efecto del aumento de precios de insumos y mano de obra debió ser absorbido por los industriales» (Lucas, 2006, pág. 118).
Claros indicios de una inflación represada son las largas colas para adquirir productos, así como el surgimiento de mercados negros y contrabando.
«La implementación de controles de precios genera fuertes incentivos para la formación de mercados negros»
Mientras que los controles de precios desincentivan a productores y comerciantes, también impulsan la demanda de productos con precios regulados relativamente bajos. Esto genera un ambiente atractivo para el surgimiento de mercados negros.
Entre 1773 y 1774, el gobierno revolucionario de la nueva república francesa implementó varias Leyes de «Máximo» Precio. Como era de esperar, los productores decidieron no colocar sus productos en los mercados formales y los mercados negros aparecieron en gran parte de Francia. La mantequilla, los huevos y la carne se vendía al detal de casa en casa, principalmente a compradores adinerados. En contraste, los más pobres no tenían acceso a muchos productos y pasaron hambre (Ibídem, págs. 45-46).
En abril de 1949 el gobierno de Israel anunció la fijación de precios máximos para la mayoría de los bienes esenciales, mientras que en paralelo crecía la cantidad de dinero que emitía. Lo irreal de los precios fijados y la eventual escasez de productos regulados, llevó a la formación y consolidación de mercados negros. Aunque entre 1949 y 1950 muchos precios fueron reducidos por decreto en los mercados formales, aumentaron los costos de vida pues las personas comenzaron a depender de los productos comerciados en los mercados negros (Ibídem, págs. 96-97).
En noviembre de 1936, los Nazis decretaron la congelación general de precios a los niveles de octubre, y comenzaron a emitir lo que llegarían a ser 7.000 decretos que controlaban los precios de determinados productos. Pero, a pesar de las altas penas por violar los controles de precios, surgieron los mercados negros y el trueque ilegal (Ibídem, págs. 70-72).
En la Venezuela actual los mercados negros han proliferado y se han convertido en la principal y única fuente de acceso para ciertos productos básicos, incluyendo las medicinas para atender enfermedades crónicas. Las nuevas tecnologías y redes sociales han permitido consolidar y perfeccionar el comercio en este tipo de mercados.
«Una vez implementados los controles de precios, son difíciles de levantar y se intentan perfeccionar una y otra vez»
Tal y como precisa Eduardo J. Ortiz F. (2007, pág. 179):
lo difícil era convencer al Estado [venezolano], después de que se había inmiscuido tan profundamente en el proceso económico, de que se retirara y dejara a las fuerzas del mercado, una vez repuestas, hacerse cargo de nuevo de la búsqueda del equilibrio económico, sin interferir en su libre desarrollo
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Esta noción se repite una y otra vez a lo largo de la historia y es por eso que a pesar de existir más de 40 siglos de historia de controles de precios fallidos, siempre se intentan perfeccionar los mecanismos de implementación, más que dejar que los mecanismos del mercado forman precios de equilibrio.
En septiembre de 2017, el Presidente Nicolás Maduro reconoció que «los sistemas de control de precios que hemos usado en el pasado se han agotado, no son efectivos, no son eficientes, no han sido eficaces». Sin embargo, en vez de eliminar los controles de precio, el Presidente Maduro propuso a la Asamblea Nacional Constituyente una «Ley de Abastecimiento Soberano y Precios Acordados», que sería aprobada en noviembre de 2017 y que se estima seguirá promoviendo el control del Ejecutivo Nacional sobre la economía, y no será más que la continuación dramática de un fallido sistema de regulación de precios.
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Tales son algunas de las consecuencias que la experiencia histórica puede mostrar sobre los controles de precio. Como toda política económica fundamentada en concepciones ideológicas contrarias a la realidad y a la naturaleza humana, a la larga, los controles de precios sólo logran inflación y desabastecimiento, lo que se traduce en verdaderas tragedias humanas, personales y colectivas.
Referencias bibliográficas
Abadi M. Anabella & García Soto, Carlos, El Control de Precios en Venezuela (1939-2015): de la Segunda Guerra Mundial a la «Guerra Económica. Coeditado por CEDICE, UCAB, UMA, Caracas, 2016.
Chelminski, Vladimir, «Los Controles de Precios, buenas intenciones y trágicos resultados», en Venezuela Hoy 10, Cedice, Caracas, s.f.
Chelminski, Vladimir, «Inflación y Pobreza en América Latina», Cedice, Caracas, 1987.
Lucas, Gerardo, Industrialización Contemporánea en Venezuela, política industria del Estado venezolano 1936-2000, Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, 2006.
Ortiz F., Eduardo J., Pensamiento Económico en Venezuela en la primera mitad del siglo XX, Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, 2007.
Schuettinger, Robert L. & Butler, Eamon F., Forty Centuries of Wage and Price Controls: How Not to Fight Inflation. The Heritage Foundation, Washington, D.C., 1979. Disponible en: https://mises.org/library/forty-centuries-wage-and-price-controls-how-not-fight-inflation