Un importante factor para el funcionamiento de la democracia es la confianza, su existencia en la sociedad garantiza el desarrollo del proceso democrático, y por el contrario, cuando existe baja confianza se dificulta su ejercicio.
El capital social, fundamental para el funcionamiento de la democracia, es la capacidad que nace a partir del predominio de la confianza en una sociedad o en determinados sectores de ésta. El capital social como lo expresa Fukuyama, difiere de otras formas de capital humano en cuanto que en general, es creado y trasmitido mediante mecanismos culturales como la religión, la tradición o los hábitos históricos y se basa en el predominio de virtudes sociales o colectivas más que individuales.
Cuando existe un alto grado de institucionalización política se crea en la cultura de la sociedad la confianza, lo que redunda en el capital social necesario para la prosperidad y la convivencia. Éste debe ser entendido (Putnam, 1994) como un bien público que es generado por las normas, instituciones y redes que permiten a las personas asociarse, coordinarse y colaborar para el beneficio mutuo; es un atributo de la estructura social que tiene como principal característica la confianza, y un subproducto de actividades sociales, por lo que vale destacar que:
…El capital social está basado en la confianza colectiva y no debe entenderse como resultado de intentos dirigidos a crearla sino, más bien, como producto secundario de actividades dirigidos a otros fines… (Levine, 2001: 25).
Vale destacar que en general en Latinoamérica, como lo demuestran las encuestas del Estudio Mundial de Valores, existen bajos niveles de confianza tanto institucional como interpersonal, lo que debilita el ejercicio democrático y en Venezuela en particular más del 80% reporta desconfianza, entonces vale la pregunta ¿puede existir democracia sin confianza interpersonal?
Es fundamental que exista confianza para que se desarrolle el capital social y los ciudadanos tengan la seguridad que cuando van a una institución a realizar cualquier trámite pueden confiar en los procedimientos y normas de dicha institución así como en los funcionarios, la gente, responsable de realizar dichas actividades, lo cual supone que no es necesario pagar a un gestor o intermediario para realizar un trámite exitosamente.
Sin embargo, para robustecer la democracia aún se requieres de otras condiciones no ya referidas a las personas. Según Linz (1996), la legitimidad, eficacia y efectividad son aspectos importantes que garantizan la consolidación de la democracia y determinan su solidez.
La legitimidad es fundamental para el mantenimiento de la democracia:
…Como mínimo, la legitimidad es la creencia de que a pesar de sus limitaciones y fallos, las instituciones políticas existentes son mejores que otras que pudieran haber sido establecidas, y que por tanto pueden exigir obediencia… (Linz, 1996: 38).
De hecho, en una democracia, la obediencia a las reglas del juego es fundamental, no sólo para aquellos que han votado por el gobierno, sino para todos los miembros de la sociedad, incluidas las fuerzas armadas. La legitimidad, expresado de forma sencilla, es la creencia de la sociedad como un todo en las instituciones básicas de gobierno y en el sistema político. Estas actitudes y comportamientos son fundamentales para la existencia de una democracia consolidada. Al respecto Linz señala:
Nuestra definición mínima de legitimidad es por tanto relativa: un gobierno legítimo es el que se considera como el menos malo de todas las formas de gobierno. En último término, la legitimidad de la democracia se basa en la creencia de que para un país concreto y en un momento histórico dado ningún otro tipo de régimen podría asegurar un mayor éxito de los objetivos colectivos.(Linz, op. cit.: 41-42).
Estar convencido de la legitimidad de las instituciones y tener confianza en ellas es lo que va a permitir el debate público, la participación, la negociación, el consenso y la convivencia social tanto del gobierno como de la oposición, relación que es una de las características más importantes de la democracia. Por el contrario, al deslegitimarse las instituciones o el sistema político, la sociedad entra en crisis y desconfía del logro de los intereses tanto individuales como colectivos al no poder llegar a acuerdos, que puedan ocasionar niveles de conflicto que ponen en peligro la gobernabilidad de la sociedad.
Además, vinculados con la legitimidad, están los conceptos de eficacia y efectividad del régimen, los que a lo largo del tiempo mantienen, refuerzan o debilitan la legitimidad de un régimen y en consecuencia su estabilidad (Carrasquero, 1994).
«En este orden de ideas, es evidente que la satisfacción de los intereses individuales se diferencia de los colectivos, pero un régimen debe saber convencer a la población de que su objetivo es la satisfacción del colectivo y no de la minoría».
En toda sociedad democrática, sus miembros conceden el poder político para la satisfacción de sus intereses materiales. En este orden de ideas, es evidente que la satisfacción de los intereses individuales se diferencia de los colectivos, pero un régimen debe saber convencer a la población de que su objetivo es la satisfacción del colectivo y no de la minoría. Respetando las diferencias existentes, debe convencer sobre cuál es el bien común y por qué las decisiones tomadas van a cumplir con dicho objetivo. Este proceso de convencimiento es importante para poder tener el apoyo necesario, sobre todo, cuando hay que tomar medidas que pueden afectar a un vasto sector de la población.
Muchos autores consideran que para poder mantener la legitimidad a lo largo del tiempo, las decisiones del régimen deben ser eficaces y efectivas:
La eficacia, por tanto, se refiere a la capacidad de un régimen para encontrar soluciones a problemas básicos con que se enfrenta todo sistema político (y los que cobran importancia en un momento histórico), que son percibidos más como satisfactorias que como insatisfactorias por los ciudadanos conscientes (Linz,1996: 46).
En relación con la efectividad, entendida como “…la capacidad para poner realmente en práctica las medidas políticas formuladas, con el resultado deseado…” (Linz, Op.cit.:.49), es fundamental la apreciación que los miembros de una sociedad tienen sobre su sistema, que sientan la respuesta positiva a la solución de su problemas; los éxitos o fracasos de los gobiernos es lo que irá formando, en el proceso de socialización política, la percepción sobre la efectividad del sistema. Es por ello que tanto la eficacia como la efectividad son variables que pueden afectar la legitimidad, sobre todo cuando en períodos prolongados de adversidad no son satisfechas las expectativas de la población y se va acumulando insatisfacción y desconfianza frente a las instituciones políticas que pueden llevar a la desilusión del sistema democrático.
Velar por la solución de los importantes problemas sentidos por la población, es decir, garantizar la efectividad del sistema, es fundamental para evitar que en el mediano o largo plazo se presenten conflictos mayores; dicho en palabras sencillas, que las personas tengan la percepción que su esperanza de vida mejora y mejorará con el paso del tiempo. De lo contrario, el sistema se enfrentará con problemas gobernabilidad, porque esta crisis se presenta como consecuencia de la incapacidad de los gobernantes para satisfacer las expectativas de la población, que lleva necesariamente a ésta a estar en desacuerdo con el gobierno, porque:
…la gobernabilidad es la cualidad propia de una comunidad política según la cual sus instituciones de gobierno actúan eficazmente dentro de su espacio de un modo considerado legítimo por la ciudadanía, permitiendo así el libre ejercicio de la voluntad política del poder ejecutivo mediante la obediencia cívica del pueblo (Arbós y Giner, 1996: 13)
Así pues, eficacia y legitimidad son dos variables que afectan la gobernabilidad necesaria en una sociedad, y que al estar estrechamente relacionadas, permitirán que exista una mayor o menor confianza de los ciudadanos facilitando o entorpeciendo las complejas relaciones del sistema.
Otro de los aspectos importantes que imposibilita la consolidación de la democracia y que está estrechamente vinculado con la legitimidad, es la pérdida del poder del sistema, que debe entenderse como el resultado de la acumulación de problemas insolubles, del descrédito de los partidos políticos que sustentan al régimen, de sus instituciones, sus líderes, la corrupción, además de la falta de eficacia y efectividad de las políticas públicas (servicios, educación, seguridad,etc.), que bien puede darse como resultado de una burocracia incapaz o por erróneas políticas públicas que no responden a la solución de los problemas sentidos por los ciudadanos.
En particular es importante la actuación frente a la violencia social que toda esta situación de problemas insolubles produce, cuyos efectos se sienten en la vida cotidiana de la población, como por ejemplo, la seguridad personal que es amenazada por el crimen, el alto costo de la vida, el desempleo, etc. Esta situación genera violencia social, sobre todo en los sectores de más bajos recursos, que debe ser resuelta para evitar, a la larga, el descrédito del sistema político. Es por ello que el menoscabo del desempeño del sistema lleva a la pérdida del poder.
«Los ciudadanos ante la incompetencia del sistema en la resolución de los problemas, pueden buscar otras alternativas distintas a las previstas por la vía democrática o escuchar un populista, quien prometa resolver las insatisfacciones que la población tiene con el sistema político».
Además, ante el cúmulo de problemas no resueltos, de existir una oposición desleal a la democracia, retadora del régimen, la sumatoria de todos estos factores crea un ambiente de tensión generalizada y de inestabilidad, de ingobernabilidad difícil de manejar, que perciben los ciudadanos como incompetencia del sistema en la resolución de los problemas, por lo cual pueden buscar otras alternativas distintas a las previstas por la vía democrática o escuchar un populista, un personaje que con un discurso desafiante prometa que resolverá todas las insatisfacciones que la población tiene con el sistema político, poniendo muchas veces en peligro el proceso democrático.
La democracia es un proceso perfectible y es por ello que todas las variables que la afectan deben ser atendidas para procurar su consolidación y fortaleza.
Arbós, X. y Giner S. (1996). La gobernabilidad. Ciudadanía y democracia en la encrucijada mundial. Madrid: Siglo XXI (2a. edición).
Carrasquero, J. V. (1994). Legitimacy and Popular Support for the Venezuelan Political System. Ph.D. Dissertation. Connecticut: University of Connecticut, Storrs.Fukuyama, F. (1996). Confianza.Edit. Atlántida
Levine, D. (2001). “Diez tesis sobre la decadencia y crisis de la democracia venezolana”. En: José Vicente Carrasquero et al. (Editores). Venezuela en transición: elecciones y democracia 1998-2000. RedPol CDB publicaciones. Caracas: Editorial Torino, págs. 10-35.
Linz, J. y Stepan, A. (1996). “Hacia la consolidación democrática”. En: La Política.
Revista de estudios sobre el Estado y la sociedad (No. 2). Madrid: Paidós Ibérica.
Linz, J. (1996). La quiebra de las democracias. (4ta.edición). Madrid: Alianza.
Putnam, R. (1994). Para hacer que la democracia funcione. La experiencia italiana en descentralización administrativa. Caracas: Galac.