A no dudarlo, las elecciones constituyen uno de los elementos constitutivos de toda democracia. Se trata del cauce a través del cual se expresa la voluntad de los ciudadanos sobre cómo y por quién desean ser gobernados.

Precisamente la idea alrededor de la cual gira el concepto de democracia como ideal social al cual aspirar es precisamente esa: que los ciudadanos puedan elegir a sus gobernantes mediante unas elecciones libres y transparentes. Como ha resumido Guillermo Tell Aveledo Coll: «la democracia es la forma de gobierno por medio de la cual la mayoría del pueblo delega en un grupo -con cuyos propósitos se identifica, o hacia el cual su interés se inclina- el ejercicio de la dirección de los asuntos públicos» («Definiendo la idea de Democracia», en Proyecto Base, 13 de febrero de 2018).

«¿son las elecciones una condición suficiente para que pueda considerarse a un régimen como democrático?»

Pero si bien esta idea es compartida por dirigentes políticos, académicos y electores, nuevas formas de autoritarismo que se construyen precisamente a partir de elecciones hacen necesario el planteamiento objetivo sobre algunas interrogantes: ¿son las elecciones una condición suficiente para que pueda considerarse a un régimen como democrático? ¿Cuáles otras garantías deben estar aseguradas para una democracia relativamente sana? ¿Cuáles son algunas de las relaciones entre las elecciones, democracia y libertad?

El lugar de las elecciones en el sistema democrático

Ciertamente, las elecciones son un elemento fundamental de la democracia. De hecho, la elección es precisamente el instrumento que permite que el Poder recaiga sobre alguien electo por el pueblo, y que no sea designado con ocasión de una dinastía o por imposición del más fuerte, como se señaló. Sin elecciones justas, es un fraude al lenguaje hablar de democracia, porque las elecciones justas permiten precisamente que sea el pueblo quien decida quién ejerce el Gobierno. Sin embargo, como se señalará de inmediato, las elecciones justas no son suficientes para hablar de democracia.

En los regímenes constitucionales contemporáneos los funcionarios estatales son electos mediante elecciones de primer o segundo grado. Las elecciones de primer grado son aquellas en las cuales los ciudadanos votan directamente por el funcionario. Es el caso típico de las elecciones a Diputados al Parlamento. Las elecciones de segundo grado, por su parte, son aquellas en las cuales el funcionario es electo por los Diputados al Parlamento. Por ello se dice que allí el ciudadano elige indirectamente al funcionario. Es el caso, por ejemplo, de la elección del Presidente del Gobierno en regímenes parlamentarios, o la elección de cargos como el del Defensor del Pueblo o el del Fiscal, que son realizados por los parlamentarios.

Las elecciones como una condición necesaria, pero no suficiente para una democracia

Con ocasión de los nuevos tipos de regímenes autoritarios que ha estudiado la literatura especializada, cada vez con mayor frecuencia se insiste en que las elecciones son una condición necesaria, pero insuficiente para la democracia, como han analizado Anabella Abadi M. y Bárbara Lira («¿Es suficiente que haya elecciones para hablar de un Estado democrático en Venezuela?», en Prodavinci, 25 de febrero de 2014).

Se dice, con razón, que no es suficiente que se celebren elecciones continuamente para que un régimen pueda considerarse como democrático. En primer lugar, porque no puede considerarse como democrática cualquier tipo de elección: sólo podrá considerarse como tal aquella elección en la cual hay libertad de acceso a la elección tanto a los electores como a los elegibles, y en la cual las condiciones de quienes compiten en la elección son justas. En ese sentido es en el que se dice habitualmente que hay elecciones en las cuales se vota, pero no se elige. Pero además, un régimen democrático debe cumplir con otras características: sometimiento a la Constitución, respeto a la separación de poderes, respeto a los derechos de los ciudadanos, libertad de expresión, entre otros elementos, junto con la celebración de elecciones justas (Véase Nancy Requena, «Qué es democracia», en Proyecto Base, 21 de enero de 2018).

Por ello, cuando se afirma que las elecciones son una condición necesaria pero insuficiente para considerar a un régimen como democrático, la afirmación se hace, al menos, en tres sentidos: (i) las elecciones serán una condición de la democracia sólo si son justas; (ii) junto con unas elecciones justas, se requieren otros elementos para considerar a un régimen como democrático, y (iii) en algunas ocasiones, las elecciones injustas sirven para afianzar a regímenes autoritarios.

Pasemos a desarrollar algunos de estos aspectos.

Algunas condiciones para unas elecciones justas

En efecto, para que las elecciones sean realmente un pilar verdadero de la democracia, y no un instrumento para su destrucción, se requiere que tales elecciones cumplan con una serie de condiciones, a saber:

(i) Todos los mayores de edad deberían tener acceso al registro electoral que permite el ejercicio del voto;
(ii) La distribución de centros electorales debe permitir que los ciudadanos que viven en el país y los que viven en el extranjero puedan acudir el día de la elección a un centro de votación razonablemente cercano;
(iii) Debe resguardarse la seguridad física de los centros electorales, para evitar que los ciudadanos puedan verse agredidos por su posición política;
(iv) Las personas con limitaciones intelectuales o físicas deben gozar de facilidades especiales que les permitan ejercer el voto;
(v) Las autoridades administrativas y judiciales no pueden inhabilitar a candidatos para que concurran a las elecciones, salvo supuestos muy determinados por la Constitución o la Ley;
(vi) Los candidatos deben gozar de las mismas condiciones de campaña, sin discriminaciones;
(vii) Los funcionarios del Estado deben separarse de sus cargos con un tiempo de antelación razonable;
(viii) Los funcionarios del Estado que sean candidatos o que apoyen a candidatos no pueden hacer uso de los recursos estatales para financiar campañas electorales;
(ix) Las autoridades electorales no pueden pertenecer a ninguna parcialidad política;
(x) El procedimiento electoral debe realizarse según la letra y el espíritu de la Constitución y la Ley, y los funcionarios deben evitar interpretaciones arbitrarias para favorecer a un candidato.

Otros elementos para que un régimen pueda ser considerado como democrático

Pero para que un régimen pueda ser considerado como democrático no es suficiente que existan unas condiciones electorales justas.

Un régimen será democrático si en él rige el Estado de Derecho, entendido como aquella situación institucional en la cual los distintos Poderes Públicos, principalmente el Poder Ejecutivo, realizan su actividad conforme al conjunto de principios y normas que conforme al ordenamiento jurídico le resultan aplicables.

En efecto, en los Estados contemporáneos, herederos de las ideas de la revolución norteamericana y de la revolución francesa, el Poder se sujeta a la Ley, que señala no sólo cuándo pueden actuar los Poderes Públicos, sino el ámbito de esa actuación.

«En algunos casos, el Estado deberá regular la conducta de esos ciudadanos, para asegurar unos mínimos niveles de convivencia.»

Pero, por otra parte, en su actuación el Estado no sólo debe sujetarse al Estado de Derecho, sino que debe ser muy cuidadoso en su actuación para garantizar el respeto de los derechos de los ciudadanos. Buena parte de la actividad estatal se desarrolla en contacto con los ciudadanos, que requieren distintas formas de asistencia estatal. En algunos casos, el Estado deberá regular la conducta de esos ciudadanos, para asegurar unos mínimos niveles de convivencia. En todas esas actuaciones, el Estado debe ser escrupuloso en el respeto de los derechos de los ciudadanos, que generalmente se reconocen en la Constitución y en la Ley.

Las elecciones injustas y los regímenes autoritarios

Sin embargo, paradójicamente, en algunos supuestos las elecciones, más que un instrumento para la democracia puede resultar siendo un instrumento para destruirla.

En efecto, una de las características de algunos regímenes autoritarios es la utilización de las instituciones democráticas precisamente para vaciar tales democracias de contenido.

La manipulación de las instituciones propias de la democracia para el vaciamiento de la propia democracia puede tener varias modalidades: desde la utilización de la mayoría parlamentaria para la aprobación de Leyes que atenten contra la separación de poderes y contra las garantías de los ciudadanos, hasta la utilización de la autoridad de las Cortes Supremas para otorgar «legitimidad» jurídica a decisiones políticas que vacían a la democracia.

Pero una de las técnicas fundamentales en algunos de estos tipos de nuevos regímenes autoritarios es la utilización de los procesos electorales para la legitimación de tales regímenes.

«…la participación de opositores es utilizada como un elemento en el discurso político para convencer a la opinión pública nacional e internacional de los rasgos democráticos de ese régimen»

En estos supuestos, los regímenes autoritarios establecen condiciones electorales desiguales, que impiden en la práctica que los opositores puedan resultar electos a cargos de elección popular. Sin embargo, la participación de opositores es utilizada como un elemento en el discurso político para convencer a la opinión pública nacional e internacional de los rasgos democráticos de ese régimen.

De tal manera se establecen unas condiciones desiguales, que sin embargo ofrecen algunas garantías a la dirigencia opositora. Ésta participa, «pierde» la elección, y con su participación, sin quererlo, ofrece un instrumento para el discurso político que es empleado hábilmente por el régimen autoritario.

Las elecciones y la libertad

Sin duda, las elecciones son un instrumento fundamental para alcanzar la libertad, y por ello son un mecanismo clave en la lucha por condiciones de vida democráticas. Por eso se ha dicho que en una estrategia de lucha contra regímenes autoritarios, las elecciones son uno de los tableros en los cuales necesita jugar la oposición democrática. Aun cuando, como se ha señalado, ello puede implicar en algunas ocasiones importantes decisiones también de carácter estratégico, cuando la elección puede ser, paradójicamente, un instrumento para el afianzamiento del régimen autoritario.

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