Cuando se habla de África, indistintamente del tema o país concreto al que se haga mención, solemos ubicarnos en la historia de catástrofe, miseria y pobreza que tenemos como referencia: el peligro de la historia única, como relata Chimamanda Adichie. Pero la última década nos ha sorprendido con un caso de superación sin precedente: uno de los países que ha encabezado los índices de crecimiento económico anual ha sido Etiopía, incluso por encima de la India.[1]

Y para el aumento de nuestro estupor, el año pasado presenciamos al primer etíope en recibir el Premio Nobel de la Paz: Abiy Ahmed Ali, el primer ministro más joven en la historia de Etiopía y el único en haber propulsado la candidatura de una mujer en la presidencia, hoy manejada por Sahle-Work Zewde. No fue ese, sin embargo, el logro que lo posicionó merecedor de tal honor, sino su esfuerzo en el cese de la violencia y la reconciliación diplomática con Eritrea desde su llegada al poder en el 2018, el cual vino acompañado de un plan nacional enfocado en el fortalecimiento de una industria sostenible y en la reconfiguración política del Estado, a partir del reconocimiento de las diferencias étnicas y la necesidad de enmendar las inequidades sociales existentes.

Tras asumir el cargo ordenó la liberación de periodistas y presos políticos, legalizó organizaciones y partidos que se encontraban inhabilitados, y permitió la reapertura de medios de comunicación independientes. De esta forma, Etiopía comenzó una auténtica transformación democrática y civilizadora, pero que también ha debido enfrentar un contexto lleno de hostilidades entre grupos étnicos, y un grupo de detractores que buscan frenar la ola de reformas propuestas por Ahmed.

Construcción de una unidad nacional

Hablar de “nación” en Etiopía supone un terreno confuso y un debate repleto de conflictos de intereses. Messay Kebede, PhD en Filosofía, describe a Etiopía como una federación de naciones (y no una nación federada) dada la separación territorial que parte de la distribución étnica (“ethnonations”), y la capacidad de sucesión que tiene cada región de acuerdo a la constitución de 1994, aún vigente. Este pacto social conforma uno de los grandes obstáculos para la unificación que busca Ahmed junto al sector democrático del país, para quienes la centralización parcial constituye la única vía posible para la pacificación interna y la creación de una identidad nacional que permita desarrollar un proyecto político y económico común, de talante liberal e inmerso en la globalización que caracteriza a los Estados modernos.

No obstante, para otro sector de la población, la simple idea de Nación implica un agravio hacia su propia autonomía, y hacia el respeto de las costumbres y particularidades de cada etnia. Etiopía posee la segunda población más grande toda África, de más de 105 millones de personas, distribuidas en 13 etnias cuyas diferencias culturales y lingüísticas han imposibilitado el consenso político desde el inicio de su historia contemporánea; ello también se debe a que las 3 principales etnias: los Oromo, los Amhara y Trigrays, han mantenido políticas de discriminación que han resultado en altos indices de violencia armada.

Desde el gobierno imperial de Haile Selassie (1930-1974), pasando por la revolución marxista-leninista del grupo Derg (1974-1991) que desencadenó una guerra civil, hasta la toma del poder del Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (FDRPE), el curso histórico ha mantenido como común denominador la creación de diversas “demarcaciones” nacionales, que se van fortaleciendo de acuerdo a la etnia que controla el poder central; profundizando así la represión y la desigualdad entre las etnias, así como el discurso político agresivo que es usado, aún hoy, para legitimar movimientos revolucionarios (y armados) que dificultan cualquier progreso democrático.

Junto a este férreo regionalismo, y las dinámicas de poder discriminatorias que lo caracterizan, también se ha impuesto un poder central que por medio de la fuerza pretende evitar la disgregación territorial, pero que no ha podido lograr la estabilidad interna. Frente a semejantes complicaciones, Ahmed y el prof. Kebede parecen sostener la misma postura: la única solución viable para conseguir la estabilidad nacional y “domesticar la etnicidad institucionalmente” es establecer un sistema presidencial con funciones unitarias y nacionales claras y extensas, como producto del sufragio universal, que obligue a los candidatos a adoptar posturas que trasciendan la representación étnica propia del parlamento; así, “en lugar de oponer la unidad a la etnicidad, se propone un proceso vivo y autoajustable que produzca unidad a partir de la diversidad y diversidad a partir de la unidad” [trad. del autor].

Si bien el liderazgo de Abiy Ahmed surge de las filas del Frente Democrático, su gobierno representa un hito diferenciador de los mandatos autoritarios precedentes sostenidos por los Trigrays, dado que su origen Oromo (etnia mayoritaria pero históricamente reprimida) lo dota de una inmensa aprobación popular, y su inesperado plan de transformación política ha impulsado importantes medidas democratizadoras como: la disolución de la coalición conformada por el Frente Democrático para crear el Partido de la Prosperidad que reúne a los partidos demócratas regionales, la convocatoria a elecciones en el 2020 (postergadas por la pandemia de COVID-19) y la disminución de los ataques violentos hacia minorías étnicas.

Los retos de la transformación democrática

            Aunque se ha presenciado una revitalización de las libertades civiles, sobre todo respecto a la libre expresión, que ha generado un renacimiento en los medios de comunicación y opinión etíopes, las nuevas libertades adquiridas han suscitado nuevos intentos independentistas y han despertado el recelo de las élites políticas que han visto su propia influencia disminuida.

            De allí que en el último año hayan aumentado las protestas civiles, los ataques armados entre etnias, los desplazamientos internos a lo largo de todo el territorio e incluso las amenazas de golpes de Estado. ¿Y cómo ha reaccionado el gobierno? Con represión armada y recortes temporales del internet, sí; pero también con respeto a la autonomía de cada región y los lineamientos constitucionales que busca reformar para fortalecer la federación etíope.

            Su propuesta de reconciliación nacional amerita romper las enormes barreras que imponen los partidos étnicos que administran cada región, sobre todo aquellos que no forman parte de la coalición gobernante. La disminución de su apoyo entre diversas fuerzas políticas, agravado por aquellos grupos que consideran que una medida de dicha naturaleza puede intensificar las tensiones, y aunado a las bajas garantías de éxito de las reformas a causa del débil entramado institucional del país, ponen en tela de juicio la capacidad del gobierno de Ahmed para cumplir con las promesas de su gestión.

La realidad es indiscutible: los objetivos planteados por Abiy Ahmed sobrepasan las ambiciones de cualquier proyecto político previo, que, junto a los conflictos y los continuos cuestionamientos a su gobierno, el cual preveía un reforzamiento de su legitimidad con las elecciones que originalmente debían ocurrir a inicios de año, lo hacen caminar ahora en una cuerda floja. No obstante, esta es la oportunidad más importante de avance para la democracia liberal que ha tenido el pueblo etíope, que por primera vez está experimentando una expansión de sus libertades civiles.

Por otro lado, el coronavirus debilitó uno de los pilares más estables de su proyecto gubernamental: la economía. La libertad comercial local también ha experimentado importantes avances desde el inicio del mandato de Ahmed, en cuyo período finalizarían los inmensos proyectos de infraestructura que desde inicios de siglo potenciaron la actividad económica del país y permitieron un aumento considerable en la calidad de vida de la población, evidenciado en el crecimiento de PIB per cápita anual desde el 2010 (de aprox. 9.5%).

Al ser un país con una inmensa demografía, y cuyas perspectivas a futuro solo prevén crecimiento, una perspectiva económica positiva es indispensable para garantizar los servicios estatales y el bienestar que exige la ciudadanía (entre ellos, la educación), así como la reducción de los índices de pobreza y desigualdad social que amenazan cualquier avance democrático en el panorama.

Uno de los proyectos de infraestructura anteriormente mencionados es La Gran Presa del Renacimiento de Etiopía (GERD), una represa construida sobre el Nilo azul que espera generar 6.000 MW de energía hidroeléctrica, y junto a otros proyectos permitan producir 27.000 MW para 2027, para posicionar a Etiopía como potencia energética de la región. Aun cuando estos proyectos cuentan con un gran respaldo regional, sobre todo por parte de aquellos países que se vieron afectados por los acuerdos coloniales respecto a la hidropolítica de la cuenca del Nilo, también le costaría importantes enemigos.

            Egipto, el más perjudicado por esta construcción, depende del Nilo en un 96% para su consumo hídrico y considera que los costos económicos y humanos resultantes de la construcción de la GERD justifican cualquier retaliación política, económica y, sobre todo, militar. Ello indica que las guerras por el control de los recursos hídricos no son una predicción del futuro, se encuentra en nuestras narices: a inicios de agosto del presente año se comenzó la primera fase de llenado de la represa, sin previo acuerdo con Egipto y Sudán tras los fracasos en las negociaciones sostenidas hasta la fecha. De esta forma, la amenaza para el mantenimiento de la estabilidad etíope se encuentra tanto dentro como fuera de sus fronteras.

Conclusión

            La influencia democratizadora en la figura de Abiy Ahmed comprende un fenómeno trascendental en la política etíope, que se había visto presa de los abusos autoritarios de las divisiones étnicas hasta su llegada al poder, pero que aún en la actualidad siguen obstaculizando un verdadero proceso de reconciliación nacional. Las transiciones democráticas no se sostienen de los esfuerzos particulares, al contrario, requieren de la suma de los esfuerzos colectivos, entre las élites y la sociedad civil, para alcanzar los objetivos propuestos.

            Por tanto, el débil compromiso con la democracia liberal por parte de diversos grupos políticos nubla el panorama hacia una transición democrática en el país africano. Pero no por ello podemos apartar la vista de los grandes progresos que se han realizado en los últimos dos años en materia de libertades civiles e imparcialidad de la administración pública; la existencia de grupos en el poder que abogan por una democracia vibrante, la integración regional y la apertura económica al mundo, y que además han ganado un importante respaldo popular, mantienen abierta una puerta de oportunidad para realizar las reformas necesarias que permitan romper con la tradición de violencia política en Etiopía.

Referencias bibliográficas

Kedebe, M. (21 de julio del 2020). From Nation-Building to Ethnonations: Ethiopia’s Backward Moving History. Ethiopian Observer. Recuperado de: https://www.ethiopiaobserver.com/2020/07/21/from-nation-building-to-ethnonations-ethiopias-backward-moving-history/

Kisika, S. (17 de diciembre del 2019). Yes, Ethiopia ‘the fastest growing economy globally’ – but it’s all in the details. Africa Check. Recuperado de: https://africacheck.org/reports/yes-ethiopia-the-fastest-growing-economy-globally-but-its-all-in-the-details/

World Bank. (s.f). The World Bank In Ethiopia. Recuperado de: https://www.worldbank.org/en/country/ethiopia/overview#:~:text=Ethiopia’s%20economy%20experienced%20strong%2C%20broad,7.7%25%20in%202017%2F18.

González, E. (22 de marzo del 2016). La Gran Presa del Renacimiento Etíope. Africaye. Recuperado de: https://www.africaye.org/gran-presa-renacimiento-etiope/

V-Democracy. (2019). Etiopía. Recuperado de: https://www.v-dem.net/en/analysis/CountryGraph/

Diez Alcalde, J. (2019). Primer ministro Abiy: del Nobel a la paz etíope y regional. Instituto Español de Estudios Estratégicos. Recuperado:

http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2019/DIEEEA34_2019JOSDIE_Etiopia.pdf


[1] Según datos del FMI y el Banco Mundial.

Become a Patron!