Los invito a concentrarnos en tres libros del notable politólogo italiano Norberto Bobbio (1909-2004). Nos referimos a Liberalismo y Democracia (1966), cuya primera edición en español es de 1989; El futuro de la democracia (1984), publicado en español en 1986, y De senectute (1996), publicado en español en 1997. Nos ceñiremos a estos tres trabajos por tres motivos: en Liberalismo y democracia están las primeras observaciones sobre la materia; en El futuro de la democracia se hallan sus reflexiones más prístinas sobre el tema, y en De senectute, que es una suerte de testamento intelectual, están sus últimas observaciones sobre la materia.
Liberalismo y Democracia
Liberalismo y Democracia es un manual de una claridad notable. Entre las muchas relaciones que establece entre fuerzas distintas, la que advierte entre el Liberalismo y la Democracia es cristalina. Afirma: “Los ideales liberales y el método democrático gradualmente se han entrelazado de tal manera que, si es verdad que los derechos de libertad han sido desde el inicio la condición necesaria para la correcta aplicación de las reglas del juego democrático, también es verdad que sucesivamente el desarrollo de la democracia se ha vuelto el instrumento principal de la defensa de los derechos de libertad. Hoy sólo los Estados nacidos de las revoluciones liberales son democráticos y solamente los Estados democráticos protegen los derechos del hombre: todos los Estados autoritarios del mundo son a la vez antiliberales y antidemocráticos.” (Bobbio, 1992: 48).
Pues sí, por más que, en principio, el liberalismo y la democracia no nacen del mismo vientre, es evidente que, como señala Bobbio, caminan tomados de la mano, y son hijos de hermanas gemelas, para seguir con la metáfora genealógica. Por supuesto, siempre puede darse un régimen donde se respeten las libertades económicas y no las políticas (el Chile de Pinochet, la China de hoy), pero lo cierto es que el liberalismo de hoy aboga por la dupla completa: libertades políticas y económicas. No es posible desligar a las fuerzas liberales y a las democráticas fácilmente, como en efecto cierto liberalismo carpetovetónico lo pretende. Lo que ha venido ocurriendo con el paso del tiempo es lo que señala Bobbio: ambas fuerzas se retroalimentan y se protegen. Esta primera observación del maestro es importante porque a veces pareciera que, para algunos, la democracia y el liberalismo no fuesen fuerzas coincidentes, cuando sí lo son en muchos aspectos y cada día más. Años después, nuestro autor sigue su línea argumental. Veamos.
El futuro de la democracia
En la Introducción a la primera edición de El futuro de la democracia, Bobbio señala algo de la mayor importancia: “Jamás será exagerado sostener, contra toda tentación organicista recurrente (no extraña al pensamiento político de izquierda), que la doctrina democrática reposa en una concepción individualista de la sociedad, por lo demás semejante al liberalismo, lo que explica por qué la democracia moderna se ha desarrollado y hoy existe solamente allí donde los derechos de libertad han sido reconocidos constitucionalmente.” (Bobbio, 2000: 19-20).
El tema no es menor, ya que coloca el acento en el presupuesto liberal como fundamento de la democracia moderna, lo que supone que la izquierda cuando asume la democracia representativa está, en el fondo, asumiendo la democracia liberal, fundamentada en el respeto sagrado del individuo y sus derechos inalienables. Más adelante, es todavía más explícito. Afirma: “En otras palabras: es improbable que un Estado no liberal pueda asegurar un correcto funcionamiento de la democracia, y por otra parte es poco probable que un Estado no democrático sea capaz de garantizar las libertades fundamentales. La prueba histórica de esta interdependencia está en el hecho de que el Estado liberal y el Estado democrático cuando caen, caen juntos.” (Bobbio, 2000: 27). Ciertamente, caen juntos, pero se dan casos en los que el desmantelamiento del liberalismo económico no es inmediatamente seguido por el liberalismo político. No necesariamente van ambos desmantelamientos sincronizados, lo que lleva a que la caída de uno sea más rápida que la del otro, pudiendo darse hasta años de diferencia. Finalmente, socavar el liberalismo económico va aparejado de una disminución de los principios y prácticas del liberalismo político.
Luego, Bobbio apela a Popper para dilucidar qué distingue a un gobierno democrático de otro que no lo es. Apunta el maestro: “Jamás he olvidado la enseñanza de Karl Popper, de acuerdo con la cual, lo que esencialmente distingue a un gobierno democrático de uno no democrático es que solamente en el primero los ciudadanos se pueden deshacer de sus gobernantes sin derramamiento de sangre.” (Bobbio, 2000: 47). Recordemos que esto lo afirma Popper en su clásico La sociedad abierta y sus enemigos, un libro de 1945; de tal modo que si hay experiencias posteriores en las que naciones se han deshecho de un gobierno autoritario sin derramar una gota de sangre: la dictadura de Pinochet y el plebiscito (1988) que lo sacó del poder. El sandinismo autoritario de Daniel Ortega que fue pasado a retiro mediante elecciones que ganó Violeta Chamorro en Nicaragua, en febrero de 1990. Bastan estos dos ejemplos para matizar la máxima popperiana seguida por Bobbio.
De senectute
En De senectute el maestro está recapitulando, tiene 87 años, pero ignora que le quedan 8 por delante. Está llegando a sus últimas conclusiones sobre los temas que le han ocupado toda la vida. Señala: “Yo soy un demócrata convencido, hasta el punto de seguir defendiendo la democracia aun cuando sea ineficiente, corrupta y corra el riesgo de precipitarse en los dos extremos de la guerra de todos contra todos o del orden impuesto desde arriba. La democracia es el lugar donde los extremistas no prevalecen (y, si lo hacen, se acabó la democracia). Esa es también la razón de que las alas extremas de una formación política pluralista, la izquierda y la derecha, estén unidas por el odio a la democracia, aunque por razones opuestas.” (Bobbio, 1997:184).
Sobre la coincidencia entre el comunismo y el fascismo en su odio a la democracia liberal, al parlamentarismo y a las libertades políticas y económicas, no está solo Bobbio al señalarla. De hecho, es común entre los pensadores liberales hacerlo, con fundamento en la realidad histórica. En este sentido, más que novedad en lo dicho por el maestro, esplende la coincidencia con otros filósofos y politólogos del siglo XX que constataron la afinidad in situ, no en un laboratorio.
Luego, el maestro toca un tema que se viene asomando desde El futuro de la democracia. Me refiero al de la necesidad de que la democracia se internacionalice, formando un sistema extendido que conjure las posibilidades de guerras entre naciones. Ya antes ha advertido que entre países democráticos no hay guerras, las conflagraciones modernas han ocurrido entre naciones democráticas y otras totalitarias, ya sean comunistas o fascistas. Sí todos los Estados del mundo son democráticos, la paz está garantizada, es el corolario que Bobbio dibuja con pertinencia. De lo contrario, según el maestro, la incertidumbre pesa sobre la humanidad y su constructo moderno político por excelencia: la democracia. Lo señala así: “Derechos humanos, democracia y paz son, pues, tres momentos necesarios del mismo movimiento histórico: sin derechos del hombre reconocidos y protegidos no hay democracia, sin democracia no existen condiciones mínimas para la solución pacífica de los conflictos sociales. En otras palabras, la democracia es la sociedad de los ciudadanos. Los súbditos se convierten en ciudadanos cuando se les reconocen los derechos fundamentales. Sólo habrá una paz estable, una paz cuya alternativa no sea la guerra, cuando haya ciudadanos no sólo en este o aquel Estado, sino del mundo, ordenado en un sistema jurídico democrático.” (Bobbio, 1997: 205).
Por supuesto, aunque el dibujo libre de Bobbio es refrendable en todas sus partes, lo cierto es que no parece estar cerca este desiderátum. No hay duda de que el mundo en los últimos 50 años ha asumido la democracia como el sistema de gobierno ideal, y así lo señalan las cifras, pero lo cierto es que faltan muchos países por incorporarse a ese sistema con el que sueña nuestro autor y, por otra parte, es un hecho que la democracia una vez que se instala no está vacunada contra sus mayores enfermedades y sus enemigos. Basta echar un vistazo a América Latina para constatar que el totalitarismo se ha valido del trámite democrático para llegar al poder y después no quiere dejarlo. De modo que ni la democracia está garantizada una vez que se asume, ni los enemigos de la democracia y la libertad, sean fascistas, comunistas o terroristas de distinto pelaje, se quedan de brazos cruzados en su empeño por destruirla.
No olvidemos que Bobbio escribe De senectute en 1996. No habían llegado al poder los amantes de la reelección indefinida en regímenes presidenciales: Chávez, Morales, ni se habían hecho moneda común las presidencias alternadas entre marido y mujer, ni el nepotismo se ejercía sin la más mínima vergüenza. Todos estos cánceres de la democracia re-comienzan en América Latina hacia finales de la década de los 90 y en los primeros años del siglo XXI, mientras a estos personajes insólitos de la política europea si le tocó al maestro trasegarlos. De hecho, cuando murió Bobbio (2004) gobernaba en Italia Silvio Berlusconi. Un personaje en el que se mezclan los escándalos sexuales, el poder mediático, la corrupción y todo un conjunto de hechos muy alejados del ideal del gobernante democrático. Pero esta es la realidad, y el “viejo” Bobbio está escribiendo su despedida pensando en el mundo que puede venir. Mejor dicho, el mundo que un demócrata como él quiere que llegue.
No obstante, en un libro de conversaciones con el politólogo Maurizio Viroli, publicado en 2002, Bobbio se pronuncia sobre Berlusconi y la política italiana y afirma: “Se trata sin duda de un fenómeno nuevo que indica un profundo malestar en nuestra democracia.” (Viroli, 2002: 90). Viroli lo llama “el oligarca demagogo” y Bobbio asiente en el calificativo. En todo caso, tuvo vida para ver un escenario que no previó: la llegada de un personaje como Berlusconi al poder en Italia. De tal modo que siempre hay una liebre que salta, por más que creamos que el mapa está completo. Esa es la moraleja.
Por último, es interesante advertir que Bobbio comenzó su vida académica siendo proclive a la izquierda en sus análisis, pero los hechos y el estudio lo llevaron hacia un centro liberal, incluso pudiera decirse que algo similar a la socialdemocracia. No obstante este tránsito, no vamos a advertir en él el furor de los conversos. Por el contrario, Bobbio no pierde la ecuanimidad del estudioso, del que quiere comprender y, tampoco, el nervio con que sustenta sus argumentaciones. Sus libros sobre el epicentro de la democracia son indispensables, así como son valiosos aportes sus trabajos sobre Marx y Hobbes y Estado, gobierno y sociedad: por una Teoría General de la Política (1985), una suerte de resumen de gran utilidad y lucidez. Como lector que soy de su obra, agradezco la claridad de conceptos, la inteligencia expositiva y la escritura cristalina. Es una delicia leerlo.
Bibliografía
BOBBIO, Norberto (2000). El futuro de la democracia. México, Fondo de Cultura Económica (FCE).
————– (1997). De senectute. Madrid, Editorial Taurus.
————–(1992) Liberalismo y democracia. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
VIROLI, Maurizio y Norberto BOBBIO (2002). Diálogo en torno a la república. España, Tusquets Editores.