La Corte Suprema de Justicia (CSJ) salvadoreña emitió una resolución histórica el sábado pasado en la que se habilita la reelección presidencial inmediata, permitiendo que el presidente del país, Nayib Bukele, pueda ser reelegido para ejercer un segundo mandato de cinco años en las siguientes elecciones. Este proyecto de ley fue aprobado inicialmente por la Asamblea Legislativa, en la cual el Gobierno de Bukele cuenta con la mayoría cualificada, teniendo presente la resistencia de la oposición, pero siendo esta insuficiente para evitar la aprobación de los proyectos propuestos por la Presidencia.
El fallo emitido por la nueva Sala de lo Constitucional no encontró resistencia alguna, pues la CSJ se encuentra bajo el poder del partido de Bukele, Nuevas Ideas, luego de que el pasado 1 de mayo se destituyera al presidente anterior, José Armando Pineda, junto con cuatro magistrados titulares y cinco suplentes bajo la denuncia de “fraude a la Constitución” por limitar las funciones del Gobierno durante el manejo de la pandemia. Esta decisión fue tomada por la mayoría cualificada del oficialismo.
La oposición y la sociedad civil han criticado ampliamente la resolución y han señalado la misma como un intento de centralizar el poder en una persona, rompiendo la alternancia y perjudicando la democracia salvadoreña. A pesar de que se ha señalado que el artículo 248 de la Constitución prohíbe la reforma de la reelección presidencial, el Tribunal Supremo Electoral informó que igualmente acataría la resolución de la Sala Constitucional.
Diagnóstico actual de la democracia salvadoreña
El lunes de esta semana se popularizó un tweet del director para las Américas de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, en el que comparaba al presidente salvadoreño con el ex-presidente venezolano, Hugo Chávez, por la “desmantelación” de las instituciones democráticas del país, debido a que el jefe del Ejecutivo controla todos los poderes del país. Ahora bien, el fallo de la Corte Suprema de Justicia genera un cambio de gran importancia para el futuro de El Salvador, representando esto en un primer lugar una amenaza para la democracia salvadoreña, pero ¿Por qué?
El principal argumento presentado por los detractores del Gobierno de Bukele es que el mismo busca desintegrar las instituciones del país, detentando y centralizando el poder en él. No se puede suponer que esto no es más que una opinión, puesto que, al estar todos los poderes bajo el control de su partido se está vulnerando los pesos y contrapesos (checks and balances) del sistema político salvadoreño.
Además, hace un mes se cumplió un año y medio desde que el presidente irrumpió en una sesión de la Asamblea Legislativa acompañado de militares durante la discusión de la aprobación de un presupuesto solicitado para el Ejército del país. Asimismo, la gestión de Bukele también ha sido criticada por la violación de derechos humanos de ex-miembros de pandillas que se encuentran en las cárceles salvadoreñas, por lo que en sus dos años de presidencia ha dado indicios de gobernanza no democrática, representando su posible reelección una potencial amenaza para el futuro de la democracia salvadoreña.
Por otro lado, la reelección presidencial inmediata no debe indicar la intrínseca vulneración de la democracia, pues países como Estados Unidos contemplan este tipo de reelección y esta permite que se puedan proyectar políticas públicas que no se limiten a un solo mandato. Este podría ser el caso para políticas como la adopción del Bitcoin en el país, la cual representa una decisión arriesgada a corto plazo por el cambio del valor de esta criptomoneda.
Anteriormente la reelección se contemplaba en la Constitución, sin embargo, esta solo era posible después de dos legislaturas, habiendo un espacio de 10 años entre los mandatos. Por su parte, Bukele ha manifestado en múltiples ocasiones el proyecto de reformar el sistema de su país, desde el manejo de los centros penitenciarios, pasando por el sistema de salud pública y hasta la modificación de las instituciones políticas, por lo que bajo su línea discursiva un período presidencial no es suficiente, siendo esta reforma una gran oportunidad para cumplir con dicho proyecto.
Detrás de la línea discursiva de Bukele y Nuevas Ideas se encuentra el apoyo de una gran parte de la población, obteniendo el 28 de febrero de este año el respaldo de más de dos tercios de los electores. De forma que, si bien no se puede concluir, al menos apresuradamente, que la reelección inmediata indica el detrimento de la democracia salvadoreña, sí se puede observar que el Gobierno tiene pocas limitaciones para los proyectos de ley y reformas que se impulsen desde el Ejecutivo, lo cual representa potencialmente una amenaza. Nayib Bukele no ha llegado a la mitad de su mandato y ya controla todas las instituciones del país, por lo que tres o hasta ocho años más de su gestión representa un mundo de posibilidades para el futuro de la democracia salvadoreña, estando fundamentalmente determinada por las decisiones del presidente.
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